Apaga el móvil, métete en una sala compartida con gente desconocida, y deja que te cuenten
historias. Agradecerás los efectos secundarios.
Devoción por cómo Cédric Klapisch pertenece a esa logia de personas que tienen como
objetivo hacernos experimentar a través de relatos filmados. Quien fuera ayudante de dirección de Costa-Gavras y nos deleitara con el recordado fenómeno en salas 'Trilogía de Xavier', teje en 'Los colores del tiempo' un delicado diálogo entre pasado y presente en esta historia sobre el reencuentro de cuatro familiares en una casa heredada,.
Al desenterrar la historia de una antepasada del siglo XIX, descubren también su propio reflejo.
Algunos buscan su propio viaje a través de la ayahuasca. El director lo hace en un viaje mágico
de ida y vuelta al pasado. “Hemos pasado por altibajos de euforia. Financieramente nos ha
sido imposible rodar algunas historias tal y como queríamos. Creo que lo que busco es tanto
hacer reír como hacer llorar. Sólo hacer reír no es suficiente. Y sólo hacer llorar es demasiado
duro. Busco historias donde el amor y el humor se construyan juntos”.
Destila fotografías en color de la época en movimiento, entre el París de la Belle Époque y la
actualidad, uniendo generaciones a través del arte y la memoria. “Al principio no me daba
cuenta de las similitudes que hay entre el siglo XIX y el presente. Por momentos, no los
diferenciaba. Ha sido complejo no contar dos historias, sino lograr hace una, evitando
fraccionar, sino que una sume a la otra".
En tiempos en los que prima lo instantáneo, Klapisch mantiene que el cine nos ayuda a vivir
mejor, y nos lanza una invitación a pensar cómo el arte nos sobrevive y cómo, a veces, el
futuro se escribe mirando hacia atrás. “La película habla sobre el futuro de la gente del
pasado”. Como si en alguno de los siglos que ya llevamos a las espaldas hubiéramos podido
adivinar lo que nos iba a ocurrir.
Llama poderosamente la atención el ingente trabajo de documentación a la hora de
trasladarnos al otro París. “Odio cómo los americanos representan a París en sus películas.
Creo que la realidad no les interesa”.
Su inteligencia emocional ha quedado patente. Respecto a la artificial, opina que debe usarse a
disposición de los creadores como herramienta. “También decían que la pintura impresionista
no era pintura, y mira…”.
