La sección Nuevas Olas del Festival de Sevilla siempre deja agradables sorpresas. Guerra e Pace es una de las perlas de esta edición; una de esas películas avasalladoras y exhaustivas. A medio camino entre el ensayo y la no ficción, hay una escena que nos cuela en el Ministerio de Asuntos Exteriores italiano. Allí vemos una multiplicidad de pantallas que emiten imágenes de la guerra. Sin embargo, son tantas las pantallas y tan pocos sus potenciales espectadores que acaban siendo ignoradas. ¿Se ha normalizado el horror en la sociedad contemporánea?
Su director –junto a Martina Parenti– es Massimo D’Anolfi (Pescara, 1974). Al igual que su película, es una persona reflexiva y pausada. Tiene la convicción de que estamos sobreexpuestos a las imágenes y que, en el contexto actual, el cineasta debe cuestionarse si merece la pena filmar cosas nuevas. Pero, al mismo tiempo, no pontifica: invita a que cada persona llegue a sus propias conclusiones. Una forma de ver al ser humano que, como Guerra e Pace, acaba siendo profundamente esperanzada.
PREGUNTA: En un determinado momento, el profesor de la escuela militar plantea a sus alumnos si, durante un ataque enemigo, deben continuar filmando o soltar la cámara y empezar a disparar. ¿Tú crees que el cine debe plantearse cuestiones éticas?
RESPUESTA: Es una pregunta retórica para la que no tengo respuesta. El personaje es un militar y pone a sus estudiantes frente a estos dilemas. Si no graban, no estarán haciendo su trabajo como militares. Pero, al mismo tiempo, si no disparan puede morir su amigo. Para mí es una cuestión banal: es obvio que la vida vale más que una imagen. Pero yo expongo la respuesta del personaje de la película, no la mía. No obstante, es algo que no se puede saber hasta el momento en que te encuentras ante esta situación.
Tu película propone algo parecido a Austerlitz, donde Sergei Loznitsa exponía que, tras el horror de la II Guerra Mundial, ya no hacen falta más imágenes. ¿Sigue teniendo sentido filmar nuevas imágenes?
Hay saturación porque con los móviles se están produciendo imágenes de sobra. Se habla mucho de ecologismo y a lo mejor sería el momento de dedicarse a una ecología de la imagen: producir y publicar con cuidado. Como dice uno de los personajes que aparece en la película, que es un superviviente de los campos de concentración nazi e integrante de la Cruz Roja Internacional, si se utilizaran solamente las imágenes que ya existen tendríamos de sobra. No hace falta crear más.
Cada vez que creo una imagen me planteo si es necesaria, si debe existir. Pero, de nuevo, no tengo respuesta para eso, porque es una cuestión individual. Para mí, lo importante es respetar la dignidad de las personas y de su trabajo. Cuando se hace un documental se usan imágenes reales, pero la realidad no existe. Allá donde media una cámara estamos creando una realidad alternativa, subjetiva. Por eso, hay que tener cuidado a la hora de utilizar este material.
Sobre esto que dices, Harun Farocki escribe en su libro Desconfiar de las imágenes que no tiene sentido debatir sobre la manipulación de las imágenes porque absolutamente todas están manipuladas…
Sí, estoy de acuerdo con Farocki…
Por esta misma lógica, tu película también manipula la realidad…
Absolutamente.
¿Qué manipulación has aplicado a tus imágenes?
Mi trabajo consiste en preguntarme cosas sobre las imágenes que estoy utilizando. Son imágenes que si no, se quedarían olvidadas en un archivo. Se trata de despertarlas para sacarlas del olvido. Hay tantas imágenes ya filmadas que podrían hacerse tres mil películas como Guerra e Pace. En cuanto a la manipulación… mi película pretende ser claramente pacifista, pero sin ser naif ni simplista, porque trata temas muy complejos. Lo importante es devolverles el valor a imágenes olvidadas. El cine es un arte joven y debemos encontrar nuevas formas de mostrar la realidad.
En el segundo capítulo de la película vemos a los políticos doblar banderas de la misma manera que antes los restauradores manipulaban el celuloide. España o Italia, como países colonizadores, han construido la identidad de los colonizados. ¿De qué manera el cine puede reparar esta problemática identitaria?
En Italia no se habla nada de nuestro pasado colonialista, ni siquiera en las clases de Historia. Es una cuestión muy complicada, porque no se pueden reparar cosas tan fuertes y asquerosas como el pasado colonial. Lo primero es admitir lo que ocurrió, no mirar hacia otro lado esperando que se olvide. Hay que afrontar el horror que ha causado nuestro país. En segundo lugar, no hay remedio porque ya es pasado. Pero hay una toma de responsabilidad en el acto de preguntarse sobre la verdad de estas imágenes fabricadas por los colonizadores. En Italia han llegado a utilizarse armas químicas, pero nadie cuenta eso. Preguntarse es reconocer.
Carlos Lara