Diversos entresijos de las relaciones humanas son desnudados y explorados por Jacques Audiard en París, distrito 13 (Les Olympiades, 2021). El ganador de la Palma de oro en Cannes por Dheepan (2015) dirige esta nueva película que adapta tres novelas gráficas del historietista e ilustrador norteamericano Adrian Tomime. Tres historias que son entrelazadas con fluidez y sutilidad narrativa. Utilizando diferentes tramas de rupturas de pareja, de introspección y evolución personal, conjunciones fortuitas e incluso caprichos del destino, se ilumina en blanco y negro el interior de diferentes jóvenes adultos, algunos perdidos, otros en la mitad del difícil camino para encontrarse.
Audiard dirige el foco de su cámara al distrito 13 de París, lugar donde convergen el barrio obrero y chino de la capital francesa, calles de edificios clásicos y modernos rodeados por enormes rascacielos. Un paisaje urbano rodado con enormes planos aéreos contrapuestos a escenas íntimas que enfatizan esa confrontación constante de la que se nutre el film. Lados opuestos como lo viejo y lo nuevo, lo antiguo y lo joven. Esta zona de la capital que es el gran telón de fondo de la historia, sirve asimismo como fiel reflejo de los personajes que la recorren y que habitan en ella, jóvenes adultos, aun oscilando entre dos mundos y que no llegan a pertenecer ni a uno ni al otro, una suerte de herederos de Frances Ha (Noah Baumbach, 2012), encerrados en la eterna lucha por conseguir un trabajo digno para poder vivir que se une a la búsqueda de relaciones estables o por lo menos satisfactorias.
Este guion de historias cruzadas coescrito por Audiard, Léa Mysius (Ava, 2017) y Celinne Sciamma (Retrato de una mujer en llamas, 2019) muestra un microcosmos juvenil, un universo donde se viaja de un piso compartido a otro, se salta de las sábanas de una cama a la otra, con jóvenes condicionados por cambios vitales y guiados por aplicaciones del móvil para ligar y encontrar pareja. Sexo, amor, trabajo… … y más sexo. El contacto humano a veces parece estar reducido a este intercambio de fluidos, pero también se exploran preocupaciones más allá de las relaciones de pareja como el problema de la vivienda, asunto tratado con anterioridad por Audiard desde otras perspectivas más adultas en De latir mi corazón se ha parado (2005) o en De óxido y hueso (2012).
París, distrito 13 es un puzle de búsquedas paralelas, a veces divergentes, que se funden con un tono que camina entre lo cómico y lo trágico. Episodios a veces empañados por extraños giros de guion provocados provocados por decisiones de los personajes que resultan tan inesperadas como marcianas. Pero que, aunque hagan oscilar momentáneamente el trance provocado por la perfecta narración, no por ello rompen con la coherencia interna del film, lleno de a infinidad de cambios externos e internos a los que se enfrentan sus protagonistas.
Múltiples transiciones narrativas y formales hacen de esta película una suerte de sueño diurno. Onirismo envuelto en música pop y electrónica. Con variaciones de escenas en las que un personaje parece flotar en el aire de pura felicidad o fundidos a negro que absorben toda la dicha que pudiera quedar dentro de un cuerpo humano, para más tarde hacer que el film vuelva a la vida con un fuerte y repentino estallido de color.
Amaia Zufiaur