Liborio es el primer largometraje del cineasta dominicano Nino Martínez Sosa, alguien que no es precisamente ‘’un nuevo chico llegado a la ciudad’’. Con un extenso curriculum a sus espaldas (ha trabajado como director, editor, guionista o productor en multitud de largos) Nino nos presenta Liborio en este 18 Festival de Sevilla, en la sección Las Nuevas Olas, con una visión ya curtida y experimentada.
Dentro del 1922, bajo una atmosfera tropical y muy afrodisiaca se nos presenta a Olivorio Mateo, más conocido como Papa Liborio (interpretado por Vicente Santos), figura histórica de la República Dominicana y protagonista del filme. Un campesino que después de desaparecer en un huracán, se convierte en una deidad (casi un chamán que obra milagros) para su pueblo.
La visión general puede parecer simple: un salvador que viene a traer la paz a un pueblo dominicano devastado por la invasión norteamericana, pero el planteamiento es mucho más complejo que eso, demasiado diría. El filme no funciona como biografía histórica ni documental, ni pretende hacerlo, pero tampoco lo hace como testimonio ni diálogo gráfico que ilustre la experiencia de la aldea que sigue a Liborio.
La poca contextualización de los personajes, el halo de espiritualidad que la envuelve y las escenas cortas que cuentan poco, hacen que el primer largo de Nino Martínez sea una historia confusa y difícil seguir. La enigmática selva en la que se desarrolla la historia donde continuamente se oyen extraños ruidos animales e incluso neonatos, hace que te sumerjas más en esta perplejidad. Hace que te cuestiones posibles significados que pueden tener algunas acciones que después no son satisfechas de ninguna forma. Aquí no vale el ‘’lo dejo a la interpretación’’, ya que si no conoces nada del contexto de esta figura de la historia dominicana (como es normal) estás perdido a merced de la más profunda incertidumbre. El propio Nino mencionó en la rueda de prensa posterior a la proyección: ‘’Liborio es una figura muy compleja para explicarla en una película tan corta, es difícil plantear una realidad amplia’’.
A pesar de este gran bache, Liborio es una película inmersiva y sobre todo bonita de ver. Trata temas tan complejos como el fanatismo religioso que hay en República Dominicana y en gran parte de Latinoamérica; la corrupción del alma humana y de un pueblo virginal que se tiene que alzar en armas ante el yugo del ejército americano; o los conflictos de clase entre los grandes oligarcas de la ciudad y los austeros campesinos. Los sentimientos humanos que están a flor de piel no consiguen definir exactamente qué es Liborio (¿un mesías, un guía espiritual, un chamán?), pero sí ponen de manifiesto las afectuosas relaciones de una comunidad que lo poco que tiene, lo comparte e interioriza con los demás: el amor por el prójimo, el respeto al, como ellos lo denominan, ‘’superior’’, o la vivacidad de la naturaleza son valores que están presentes durante toda la hora y 39 minutos que dura el largometraje.
Es un documento interesante que picotea y aborda muchos temas, pero sin llegar a profundizar en ninguno. Es como echar un vistazo rápido a un periodo histórico y a una figura relevante a través de la rendija de una puerta. Puede que ‘’El Superior’’ me castigue por esto, pero Liborio no ha conseguido convencerme de ser algo más que una pretensión por buscar el esoterismo y misterio que rodea a una figura carismática. Toquemos madera por si acaso y gritemos bien alto al cielo: ¡Viva Papá Liborio!
Por Adrián Gámiz