“Uno no se rebela por odio, sino por amor”, escribió desde su destierro el escritor Agustín Gómez Arcos, y esa máxima podría aplicarse no solo a él, protagonista del documental Un hombre libre, sino también al de la ficción A Missing Part, un padre que se resiste a dejar de formar parte de la vida de su hija. Presentados hoy en el Festival de Sevilla, ambos films forman parte de la Sección Oficial (en el caso del primero, fuera de competición), y sus responsables han coincidido en la voluntad de su cine de plantear preguntas.
Batallas por el derecho al afecto
Un taxista francés lleva nueve años buscando a su hija por las calles de Tokio cuando, de golpe, la chica se sube al taxi. Esa es la premisa narrativa de A Missing Part, cuyo protagonista sufre la negación del derecho de familia que se aplica en Japón a las personas extranjeras. Su director y coguionista, Guillaume Senez, ha contado que conoció a muchos padres y madres que han pasado por una situación similar a la que refleja, llegando a ser detenidos por incumplir la norma, pero quiso alejarse de los relatos existentes para “transmitir empatía y emoción”; además de aportar luminosidad a una historia dura como esta, provocando el encuentro que hace posible restablecer el vínculo entre padre e hija.
Como su anterior Nuestras pequeñas batallas, vuelve a estar protagonizada por el gran Romain Duris (De latir, mi corazón se ha parado de Jacques Audiard, Giraldillo de Oro 2005) y de nuevo aborda las responsabilidades afectivas. No en vano, la presentación de esa película en Japón fue el origen de esta otra en la que el cineasta belga observa “una especie de continuidad”. Allí conoció esas historias personales que tanto lo conmovieron, en un contexto social de fuertes presiones donde el fracaso del matrimonio y la pérdida de la custodia suponen una severa marginación, especialmente para las mujeres. Aunque ha señalado que el hecho de situar el relato en el país nipón fue azaroso: “Esta problemática es el eco de lo que puede ocurrir en Europa con personas que vienen de África o del Este. En última instancia se trata de un forastero en un país culturalmente distinto, y más rico, del que se le expulsa”. También ha puesto el ejemplo de la custodia compartida en Francia, en la que prima el aspecto jurídico y “no se pone a los niños en el centro”.
Sí ha afirmado que vio algo “muy cinematográfico” en Japón, aunque ha dicho que se enamoró “más de una historia que de un país”. Además, quiso alejarse de la imagen de postal más tópica (y tan típica de la mirada occidental), entre otros elementos con la música, que utiliza por vez primera en su filmografía: “Hasta ahora pensaba que si añadía banda sonora a mis películas sería porque faltaba algo, como una muleta de la dramaturgia”, ha comentado Senez, quien esta vez cuenta con el compositor Olivier Marguerit (nominado al César por La noche del 12 y autor de la música de Onoda, Premio Especial del Jurado y mejor guion en el Festival de Sevilla 2021) para transmitir el desenfreno de Tokyo “con un color y unas tonalidades diferentes a los del relato”.
Ha admitido el modus operandi que une sus tres películas hasta la fecha y que comparten la presencia de un protagonista masculino “frágil y un poco molesto”, al que los personajes femeninos “hacen que evolucione, que crezca y se trascienda a sí mismo”. Respecto a la cuestión moral de sus obras, que se han comparado en ese aliento humanista a las de sus compatriotas los hermanos Dardenne y Joachim Lafosse, ha comentado que no es partidario de “mostrar lo que está bien o mal, sino las cosas como son: esto sucede, es así”. Para el autor de este drama sutil y conmovedor que pone el corazón en un puño, “hacer cine es plantear preguntas y lograr que los espectadores se las planteen”.
Voces propias
Ha contado la cineasta Laura Hojman que su vocación la despertó justamente el Festival de Sevilla, para el que trabajó hace años. Ahora está del otro lado, presentando en Sección Oficial fuera de concurso su último largometraje, Un hombre libre, que se centra en la figura del escritor Agustín Gómez Arcos (1933-1998), exiliado y olvidado en España pese a su enorme prestigio en la vecina Francia. Una figura que, según ha explicado, desconocía hasta hace unos tres años, pero que de algún modo pareció buscarla cuando ya había estrenado Antonio Machado. Los días azules (2020) y escrito A las mujeres de España. María Lejárraga (2022, nominado al Goya), sus anteriores obras.
“No quería hacer otro documental sobre escritores”, ha comenzado diciendo con una sonrisa, “pero caí fascinada con Gómez Arcos y vi que tenía la oportunidad no solo de reivindicar a este personaje brillante, sino de seguir ahondando en esas voces que no han escrito la Historia con mayúsculas, a las que se silenció, pero que nos dan mucha más información que quienes la escribieron”. Como al autor nacido en Enix (Almería), a Hojman le gusta poner el foco en quienes no aparecen en las crónicas como héroes ni vencedores, y en ese sentido el objetivo es contar este país “a través de sus ausencias, de lo que no se nombra”. La España que, ha añadido Guillermo Rojas, productor de este film y de sus anteriores, “no pudo ser y hubiéramos querido que fuera”.
En este caso, no obstante, la semblanza elegida por la directora y guionista sevillana puede resultar especialmente incómoda: “Todos mis documentales son muy políticos, que no partidistas, pero cada uno está contado desde un lugar, porque pienso que la forma debe responder al personaje”. Por eso este tiene un discurso más contundente, ha explicado Hojman, “porque él era así: muy claro, rompedor, irreverente, un autor que se adelantó a su tiempo; resulta radical incluso leído hoy y por eso veo que está conectando con gente muy joven”. Ese club de lectores y admiradores que se sienten reconocidos en la obra dramatúrgica y novelística de Gómez Arcos protagoniza los testimonios que recoge su documental: “Es una obra subjetiva, no una tesis doctoral, así que no busco expertos o eruditos en la materia, sino el vínculo emocional con el personaje, y también reflexivo, porque no quiero solo contar una historia sino plantear preguntas”.
En este caso las plantean figuras como las de Paco Bezerra, Marisa Paredes, Alberto Conejero, Bob Pop, Lara Moreno o Pedro Almódovar, que en Dolor y gloria mostraba al personaje interpretado por Antonio Banderas, una suerte de alter ego del cineasta manchego, leyendo a Gómez Arcos. De hecho, Almodóvar ya había tratado de adaptar algunas de sus obras al cine, pero al final resultaban demasiado “fuertes” para su plasmación audiovisual, según comenta el director en Un hombre libre. “La obra de Gómez Arcos es brutal y cruda”, ha señalado Hojman, “pero al mismo tiempo es hermosa, recuerda a Lorca, a Cervantes... Tenía un gran amor por la cultura española, y al mismo tiempo, hablaba sobre todo de la cerrazón del país durante la posguerra y la dictadura”.
La documentalista hispalense ha acometido, una vez más, la ardua tarea, desde el punto de vista formal, de trasladar la literatura al cine, y en este caso ha evocado las palabras de Gómez Arcos a través de la actriz Marisol Membrillo (Viaje al cuarto de una madre de Celia Rico Clavellino, El hijo zurdo de Rafael Cobos), quien en un emocionante momento del film mira a cámara “para meternos en su universo”. Al final se trata de prestar voz, literalmente, a quien nunca fue escuchado como merecía.