Eternal Playground
noticia

UN FESTIVAL PARA LOS OÍDOS

La sustancia musical impregna las imágenes de una emoción distintiva en muchas de las películas que pueden verse, y oírse, en este 21 Festival de Sevilla. Ya sea como elemento fundamental de la trama, motivación o especialidad de los personajes, oficio y alma de artistas reales o representados, género (musical) transitado más o menos explícitamente, o bien simplemente como potente banda sonora concebida ex profeso o como colección de temazos, la música juega un papel destacado en estas obras. Presten oído.

¿A qué sonaban los recreos?

A competición en Rampa, la sección que pretende otorgar un impulso a primeras o segundas películas, la rara madurez de Eternal Playground está presente en los referentes de sus veinteañeros autores, no solo del cine sino también de la música. Pablo Cotten y Joseph Rozé dicen tener una relación muy importante con este arte: “Las canciones, de algún modo, son como pequeñas películas, cuando uno las escucha puede imaginarse un breve guion” y, de hecho, confiesan que siempre escriben sus obras acompañados de música. Quizá por eso empapa su debut en el largometraje, donde un joven profesor de piano convoca a sus cinco mejores amigos de la infancia en el instituto al que fueron, desierto en pleno mes de julio, para evocar la memoria de su hermana gemela, recién fallecida.

Los codirectores y coguionistas tomaron la decisión de hacer de la banda sonora un verdadero personaje, que evocara la melancolía pero también la despreocupación de tiempos pasados, encargándola al dúo Kids Return, con quienes ya habían colaborado en sus primeros cortos. Es más, crecieron junto a este grupo formado por Clément Savoye y Adrien Rozé, hermano de Joseph, que se mueve en un sugerente pop atemporal con ecos del french touch de otra pareja musical tan cinematográfica como Air (Las vírgenes suicidas), cien por cien compatible con la ingenuidad retro que desprende el film. “Ellos iban componiendo a medida que nosotros escribíamos el guion, fue un proceso vinculado en todo momento”, explican los cineastas, que incluso reproducían algunas de sus canciones en el set de rodaje, “para que los actores se metieran en ese estado de ánimo”.

Eternal Playground
Café con... el equipo de 'Eternal Playground': Carla Audebaud (actriz), Pablo Cotten y Joseph Rozé (directores y guionistas).  © Manuel Suárez

Eternal Playground se abre con un tema que compuso el protagonista para su hermana, Louise, y que es en sí mismo el homenaje que Kids Return hizo a las influencias musicales de Cotten y Rozé: si en lo cinematográfico citan la “fingida ligereza” y la “poesía un poco extraña” de Monicelli, Scola o Moretti, en lo musical les gusta redescubrir la “emoción pura” de la música de compositores europeos de cine como Francis Lai (Un hombre y una mujer, Love Story), Pierre Bachelet (Historia de O, saga Emmanuelle) o el legendario Ennio Morricone. El “tema de Louise” seguirá resonando durante toda la película, como si se estableciese un verdadero diálogo con el más allá, en diferentes versiones y orquestaciones.

No en vano, esta comedia con duelo de fondo afrontaba el reto de evocar a través de la música, y del sonido, la ausencia presente de la hermana muerta, a la que presta voz en off la actriz Noée Abita (Génesis, Mi verano con Irene): “Pretendíamos reflejar a la persona fallecida sin mostrarla nunca”, explican los directores, “no queríamos hacer flashbacks sino quedarnos en el presente, y la voz en off fue la clave para que se entendieran esas seis versiones diferentes del personaje y las distintas reacciones a su pérdida, sin imponer un único recuerdo de ella”. Cotten y Rozé sí impusieron cierta nostalgia personal propia de su generación al incluir en la banda sonora el Relax de Mika, un éxito de su infancia, la de los 2000, que apenas habíamos visto aún en la gran pantalla: “El primer CD que nos regalamos por nuestro cumpleaños”.

Prohibido el cante

Año 2023: en las convulsas calles de Kabul, un grupo de mujeres protesta contra el régimen talibán, clamando al unísono por la libertad. Las lidera Suraya, una mujer de 65 años. A continuación, la evocadora melodía de un rubab (una especie de laúd afgano), interpretada por su nieta, nos transporta al pasado. Año 1978: Suraya y su inseparable amiga, la talentosa cantante Sima, intentan hacer frente al inflamable panorama político de Afganistán. Así comienza La canción de Sima, una emocionante película de tono marcadamente humanista, también a concurso en la sección Rampa, en la que la música adopta un fundamental sentido metafórico.

Esta historia que comienza como una narración oral es, en el fondo, un grito de condena y esperanza que tiene mucho que ver con esa propia voluntad sonora de mujeres que necesitan hacerse oír: “Con ese inicio quería mostrar una transición entre generaciones que luchan por que sus voces sean escuchadas”, ha comentado la directora y guionista Roya Sadat. “Los talibanes destruyeron los lugares que acogían actuaciones musicales y persiguieron a los cantantes, y más aún a las mujeres cantantes, a las que se podía ejecutar solo por el hecho de que cantasen. Con esta película no solo quería que la voz de Sima funcionara como elemento activador de memoria en la trama, sino que fuese un símbolo de todas nuestras voces silenciadas”.

Roya Sadat
Café con... la cineasta Roya Sadat. © Lolo Vasco

La cineasta afgana, obligada a vivir exiliada en Estados Unidos desde que el régimen talibán retomase el poder en 2021, ha recordado que este grupo fundamentalista va “contra el arte, la cultura, las mujeres, la vida y contra la misma felicidad”, y que antes de su ascenso, en las décadas de 1960 y 1970, las mujeres de su país iban a la universidad, participaban en política y se vestían como querían. “Quería reivindicar que han sido mucho más que víctimas a lo largo de la Historia; han liderado el cambio social y la lucha por los derechos civiles en Afganistán”, según Sadat. Por eso ahora pretenden silenciarlas con la reciente Ley de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio, que consolida un verdadero apartheid de género prohibiéndoles expresarse en lugares públicos; incluyendo, por supuesto, el hecho de cantar.

Canciones de ayer y hoy

Lo musical atraviesa la programación de esta edición del Festival de Sevilla en muy diversos tonos y estilos, todos ellos estimulantes. Entre estos sonados títulos tenemos Segundo premio (Selección EFA), de Isaki Lacuesta y Pol Rodríguez, la película no oficial sobre Los Planetas y la gestación a finales de los 90 de un disco fundacional de la música indie española; La guitarra flamenca de Yerai Cortés (Special Screenings), donde Antón Álvarez / C. Tangana se estrena como director con un documental musical que trata de captar el duende virtuoso del guitarrista alicantino; Quasi a casa (Alumbramiento), de Carolina Pavone, sobre los tira y afloja de una groupie y una estrella musical francesa encarnada por la actriz / cantante Lou Doillon; Across the Sea (Rampa), que el cineasta marroquí Saïd Hamich Benlarbi sitúa en la edad de oro de la música raï en Marsella, en los 90; y también de esa década es la potente y ecléctica banda sonora de And Their Children After Them (Sección Oficial), de Ludovic y Zoran Boukherma, donde suenan Pixies, Red Hot Chilli Peppers, Springsteen...; aunque para eclecticismo el de Emilia Pérez (Selección EFA), de Jacques Audiard, con su explosiva mezcla de géneros que incluye el musical con aires de ópera pop y temas de la cantautora francesa Camille.

También en las aguas del musical bebe la portuguesa Ubu (Las Nuevas Olas), del debutante en el largometraje de ficción Paulo Abreu, quien no obstante tiene una amplia trayectoria filmando espectáculos de danza, teatro y música; otros nombres propios son los de Niki (Rampa), el poco convencional biopic de Niki de Saint Phalle dirigido por Céline Sallette, y quien le pone música: Para One, compositor habitual de Céline Sciamma; volviendo al flamenco, porque siempre se vuelve a las raíces, en De caballos y guitarra Pedro G. Romero dirige un concierto en el fabuloso Tempietto de Bramante con grandes de este estilo como Pepe Habichuela, Alfredo Lagos, Refree o María Marín; y por acabar en lo alto, aunque la música de cine nunca se acaba, citaremos al productor David Puttnam, que en este Festival de Sevilla ha ofrecido una masterclass acerca de la importancia de la conexión entre ambas artes, como evidencia su espléndido historial de colaboraciones con Vangelis (Carros de fuego), Moroder (El expreso de medianoche) o el ya citado Morricone (La misión), otro que nunca pasa de moda.