Varias películas de esta 21 edición del Festival de Sevilla nos sitúan en contextos remotos, apartados de eso que hemos dado en llamar civilización; o más bien de cierta idea de ella, vinculada a la noción eminentemente occidental de progreso. Quizá no es de extrañar, entonces, que diversos autores, especialmente desde la no ficción y en una sección tan aventurada en el aspecto formal y conceptual como Las Nuevas Olas, posen su mirada (fascinada) en sociedades y culturas aisladas del mundanal ruido, nutriéndose de relatos nacidos de esos espacios no hegemónicos.
El crepúsculo de los dioses asháninka
La labor de concienciación de la Fundación Iquánima, que lleva a cabo proyectos de desarrollo cultural de los pueblos originarios y de protección de las reservas naturales en la Amazonía, se halla en la raíz de un film tan especial como Las muertes de Chantyorinti: “Nos parecía clave enseñar a la sociedad europea los efectos y los impactos del hiperconsumismo en aquella zona, el modo en que se está llevando a cabo un genocidio solapado, y queríamos abordar esta misión a través de un mensaje artístico”, explica Raúl Arqueros, presidente de la entidad y a la sazón productor de esta obra.
Él fue quien se acercó a Hermes Paralluelo, tras quedar fascinado con “el alma” que desprendía su anterior documental No todo es vigilia (saludado con excelentes críticas), para hacerle un encargo que no dejaba de resultar una propuesta del todo abierta. La primera vez que el cineasta barcelonés viajó con su equipo a la selva central peruana, no sabían bien lo que estaban buscando: “Es la mejor forma de hallar personajes y visiones singulares”. Fue entonces cuando dieron con una de las comunidades indígenas del grupo asháninka que no tienen contacto con la civilización occidental y cuya cosmovisión es completamente diferente a la nuestra.
“Nos interesó que se trata de una de las zonas más desfavorecidas de la Amazonía y que están atravesando una gran recesión cultural en lo relativo a la transmisión de sus valores, su imaginario”, comenta Paralluelo, aunque toda la historia de este largometraje de no ficción, cuyo estreno absoluto acoge el Festival de Sevilla, vino con su personaje principal: Luis, que añora a tres de sus hijos que se fueron a las ciudades para prosperar, pasa los días borracho en la hamaca hasta que decide emprender un viaje mágico que le ayude a transmitir a su hijo menor transmitir sus conocimientos más ancestrales y secretos, la capacidad de ver lo invisible. “No solo queríamos mostrar su relación con la naturaleza, sino con unos seres mitológicos que la habitan y de los que nunca hemos oído hablar”.
De esas historias emergen también las atrevidas decisiones formales y estéticas del film. “Yo la veo como una película de ocaso, como un western crepuscular”, señala el director, escritor y montador, “y tanto el blanco y negro como el formato en 4:3 iban bien con esa idea; pero también había una voluntad de concentrar la mirada, porque la selva es muy exuberante y me interesaba una dimensión visual más centrada en los personajes, en la muerte de esa familia y de toda una cultura. Con ese formato la intención era hacer retratos de su familia y del propio Luis, que es como un muerto en vida, perdido en una especie de limbo, no está ni en un sitio ni en otro”. El coproductor Jorge Caballero Ramos añade la importancia del sonido: “La exuberancia amazónica se plasma más bien en lo sonoro, que lo impregna todo. Creo que es parte de lo que hace esta película tan visceral y no tan narrativa”.
Náufragos de su Historia
Otro estreno mundial en este 21 Festival de Sevilla es el de Os Naufragados, título que alude a una enigmática playa de la isla de Florianópolis, en Brasil, que a su vez hace referencia a los galeones hundidos en aquellas aguas durante la colonización española y portuguesa, y los marineros refugiados en sus costas. Hasta allí llegó el cineasta especializado en no ficción Jorge Peña Martín (El club de los cantineros) buscando, según cuenta, un cambio de rumbo en su vida y en su carrera, y lo que se encontró en una primera caminata fue “una especie de oasis, no había nada ni nadie”. A medida que exploraba la zona fue conociendo a la comunidad que la habitaba, pescadores en su mayoría, viviendo al margen del mundo, de forma rudimentaria y bajo la amenaza de que sus casas sean destruidas y se les expulse de aquel paraíso: “Me di cuenta de que ellos mismos eran náufragos de la vida, de su propia Historia, y sentí el impulso de volver a conectar con las personas a través del cine”.
La forma de contar el proceso que le fueron relatando y sobre el que fue investigando, a modo de diario, resultaba esencial para su proyecto. Y a la conexión transatlántica de los barcos hundidos, casi un yacimiento arqueológico, se sumó otra revelación poco después: el modo de pesca propio de la isla lo llevó a la del copo, arte pesquero tradicional ya extinguido y muy común antiguamente en la costa de Málaga, la de su infancia. “De pronto estaba viendo la memoria de mi ciudad en una playa de Brasil”, explica el director malagueño, quien no obstante era consciente de que la única manera de estar presente en la película era a través de la mirada de un viajero.
Se declara fan de ese tipo de libros donde un extranjero llega a un lugar y queda fascinado; obras como las del poeta John Haines (The Stars, the Snow, the Fire: Twenty-Five Years in the Alaska Wilderness) o las del hispanista maltés Gerald Brenan (Al sur de Granada). “En ese sentido esta película tiene mucho de literario, y debía quedar claro que la mía era la mirada de un extranjero que se apasiona ante lo que se encuentra y que se sume en esa forma de pensamiento y en esa lucha”. No en vano, señala Peña Martín, se percibe cómo los nativos lo acogen y también cómo, de algún modo, lo rechazan; del mismo modo que en algunos momentos de la filmación su propio nerviosismo y sus emociones se transmiten a la cámara, tal era el modo en que le afectaba el conflicto.
Respecto a este y a su continuación a día de hoy, cuenta que decidió no reflejar (ya que las autoridades no lo confirman) el hecho de que la expulsión de los habitantes de Os Naufragados viene impulsada por la construcción de un resort; de nuevo el vínculo con la historia de la costa malacitana. “Supuestamente es debido a motivos de conservación ambiental, pero resulta absurdo y contradictorio. Todos los habitantes de la zona tienen la documentación en regla que acredita la usucapión, y hacen un uso respetuoso del entorno”. Por eso, explica el cineasta, no quiso presentar presentar la naturaleza “como algo ajeno a la acción humana, sino a esta gente conviviendo con el entorno en equilibrio”. También acaso ahí radique su forma de captar en imágenes la espiritualidad y la rudeza que emanan del paisaje, ese “lenguaje de sombras” que (d)escribió Haines.
Más allá de las urbes
Estas dos no son las únicas películas en la programación de esta edición del Festival de Sevilla que muestran realidades retiradas de la hiperpoblación y la hiperconectividad actuales, en gran medida como forma de exploración interior de sus personajes, reales o no tanto. Otros títulos que nos llevan a lugares aislados son: Bogancloch (Las Nuevas Olas), donde Ben Rivers vuelve, trece años después, a seguir a un ermitaño que ya protagonizó su ópera prima y que vive desde hace cuatro décadas en el bosque más grande del noreste de Escocia, aislado y desconectado del ajetreo urbano; en Paisaje Épico (Special Screenings), la documentalista ecuatoriana Valeria Roig sigue los pasos de su bisabuelo, pintor catalán que echó raíces en la ciudad argentina de Mendoza y que se obsesionó durante 15 años con la árida cordillera de Los Andes; Si yo pudiera hibernar (Rampa), de Zoljargal Purevdash, se basa en su propia experiencia habitando en una yurta en las afueras de Ulán Bator para mostrar el choque de ese estilo de vida nómada (que lleva un 60 % de la población de Mongolia) con el progreso; Vermiglio (Selección EFA), de Maura Delpero, narra la llegada de un soldado desertor a una remota aldea de los alpes italianos del Trentino, ajena a las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, donde buscará refugio y trastocará la tranquila vida comunitaria; y nos hemos dejado para el final una verdadera obra maestra recuperada en copia restaurada en formato 4K para el Festival de Sevilla: Tasio (Esenciales), basada en la vida de un carbonero y cazador furtivo, en la que Montxo Armendáriz evoca la figura de este personaje que prefiere preservar la libertad de vivir en la sierra navarra, lejos de todo y de todos, de la sociedad y de una normalidad que, según hemos acabado asumiendo, tiene el aspecto de las ciudades. Y ya saben las vistas que se nos están quedando... Por suerte, nos queda el cine.