Dos producciones españolas con un apasionante trasfondo político y transnacional, estrenos mundiales en el marco del 21 Festival de Sevilla, se han dado cita entre las presentaciones de hoy. Aunque muy diversas en la mayoría de sus aspectos conceptuales y formales, el largometraje de ficción Raqa (Sección Oficial), ambientado en esta ciudad siria considerada el epicentro del terrorismo islámico, y la miniserie documental El circo de los muchachos (Sección Oficial fuera de competición), que pone el foco en la última utopía del siglo XX en España, comparten su condición de historias intrigantes y emocionantes en escenarios de lo más reales.
Personajes de dos caras
Hace más de veinte años que el legendario cineasta Gerardo Herrero (Territorio Comanche, Bajo terapia) quería hacer una película de espías, y ha empleado cerca de tres en levantar el ambicioso proyecto que ha dado origen a Raqa, basada en la novela «Vírgenes y verdugos» de Tomás Bárbulo. “Cuando la leí, pensé: esta es mi historia de espías”, ha recordado, destacando la figura de este escritor y periodista que residió siendo niño en el Sáhara español y que posteriormente ejerció como corresponsal del diario El País en el norte de África. El director y productor madrileño, que fue estudiante de Ciencias Políticas, confió en la guionista Irene Zoe Alameda para llevar sus inquietudes a un thriller tenso e intenso como este: “Me interesa mucho la geopolítica, y es bien complejo entender los distintos bandos y los muchos intereses confontados que se dan cita en aquel contexto”, ha comentado Herrero acerca de la ciudad siria de Raqa, que según ha explicado fue bombardeada el mismo día por norteamericanos y rusos, “el único día en que se pusieron de acuerdo”.
Una clave del género de espías, que tanto le apasiona, es “colocar algo en la trama que el público no acabe de entender”, ha dicho, y en ese sentido de lo misterioso han incidido sus dos protagonistas. Álvaro Morte (La casa de papel, Immaculate), quien da vida a un espía saharaui de la inteligencia rusa, ha explicado que de hecho “las cosas nunca están claras del todo en el mundo de los espías”. Al margen del reto que ha supuesto para él enfrentarse a sus líneas de diálogo en árabe, de su personaje le gustaba esa idea de que, como buen espía con dos caras, tuviese que parecer alguien anodino para pasar desapercibido: “Me interesaba ese tono tan realista sobre la vida del espía, su enorme soledad, la rutina de hacer cosas que no le gustan y la obligación de separarse emocionalmente de todo lo que le pueda afectar”.
Tras coincidir con él en un episodio, dirigido por Alice Waddington, del reboot de Historias para no dormir (2022), la actriz y productora Mina el Hammani (Black Sunday, Élite) le da réplica encarnando a una enfermera ceutí al servicio secreto de la Europol: “En principio lo que me fascinó es que fuese un proyecto de acción y poder adentrarme en ese género, pero a medida que me fui metiendo entendí que en el fondo es una mujer que lo ha perdido absolutamente todo, y que afronta esa aventura por la necesidad de lograr algo de justicia para otros en este mundo”. La intérprete de ascendencia marroquí, que no obstante también tuvo que aprender una variedad de árabe distinta a la que conoce, ha destacado este personaje que saca fuerza “desde las entrañas, porque no sabe adónde va” y que tiene que “mentir constantemente para protegerse, pero a la vez libra una lucha interna en la que afloran sus emociones”.
Una de las claves de Raqa es recrear las situaciones con pulso vertiginoso y también, aun siendo ficción, con verosimilitud, empezando por sumergirnos en aquel escenario real que ha sido bastión del grupo paramilitar Estado Islámico. En ese sentido, la productora Mariela Besuievsky ha explicado cómo se lograron evocar sus calles con localizaciones en Marruecos, que conservan todo el potencial visual del lugar original. Y hablando de geografía, Gerardo Herrero ha concluido anunciando que la película, de próximo estreno en salas españolas, ya está despertando interés para su distribución en todo el mundo, incluyendo los países árabes.
Triple mortal documental
También traspasó fronteras, y de qué modo, el proyecto educativo convertido en espectáculo en torno al que se construye la miniserie documental El circo de los muchachos. El cineasta Elías León Siminiani (Giraldillo de Oro por el documental Mapa, y Goya por su reciente mediometraje Arquitectura emocional 1959) dirige este proyecto de Prime Video centrado en una historia singularísima que se desarrolla a lo largo de medio siglo desde la década de los 50: el auge y caída de la nación de muchachos creada en una finca del extrarradio de Ourense por el padre Jesús Silva, “un personaje muy obsesionado con la imagen, que tuvo una conciencia clara de que necesitaba registro audiovisual de todo lo que hicieron”.
Eso fue lo primero que llamó la atención del director y guionista santanderino, la “riqueza increíble de aquel material que es una verdadera historia de los formatos audiovisuales” y que, según ha contado el productor Borja Pena, de Vaca Films (Celda 211, Quien a hierro mata), encontraron olvidado en un viejo almacén: más de 800 horas grabadas e inéditas en su gran mayoría. “Lo mejor que te puede pasar como cineasta de lo real es un legado audiovisual como este”, ha afirmado León Siminiani, quien ha citado como ejemplos de este tipo de hallazgos valiosos los que dieron origen a los documentales The Beatles: Get Back de Peter Jackson y Amy de Asif Kapadia.
Los cinco episodios de El circo de los muchachos, coescrita junto a Pepe Coira (Rapa, Hierro), serán toda una sorpresa para quienes desconozcan el relato de aquella comunidad de chicos sin recursos: autogestionados y autogobernados en pleno franquismo, con su propia moneda y pasaporte, sobre la base de un plan educativo libre que fomentaba la conciencia crítica, y que culminaría en un espectáculo circense que los llevó de gira por todo el globo en los años 70. Un show que funcionaba como estandarte de un ambicioso mensaje, que trataba de generar ciudadanos para transformar el mundo en un lugar más justo y más igualitario, y en el que León Siminiani ve “muchos elementos en común con las utopías de izquierda revolucionarias y que habla de sus derivas”, observable en corrientes tan populares como el hippismo.
Más que lanzar una mirada con los ojos de hoy, ha pretendido hacer una inmersión en el contexto de aquella España que cambiaba a marchas forzadas, aunque el resultado no deja de ser “chocante y contradictorio, pero así es la vida también”. De las grabaciones encontradas emergen “imágenes fulgurantes, surrealistas y bizarras” que entroncan con esa veta “juguetona tan intensa” del proyecto de El Cura, un espíritu del que se ha querido empapar formalmente esta miniserie repleta de colorido, pelos largos y texturas de pana; de “triples mortales y piruetas imposibles”, como las que logra una vez más León Siminiani dando continuidad a una filmografía que nunca ha calculado los riesgos.