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AKL Y FRAMMARTINO, PRESENCIAS INTERNACIONALES EN LA TERCERA JORNADA

La libanesa Mounia Akl ha presentado junto a la guionista Clara Roquet su ópera prima, la coproducción española Costa Brava, Líbano

El director italiano acude al certamen hispalense con Il buco, galardonado con el Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia

 

Sevilla, 7 de noviembre.- En su tercera jornada, el 18º Festival de Sevilla ha contado con la presencia de los directores de dos títulos que compiten por el Giraldillo de Oro. Por un lado, la libanesa Mounia Akl, que trae a la capital hispalense su primer largometraje, Costa Brava, Líbano. Por el otro, el italiano Michelangelo Frammartino, que con Il buco vuelve a dirigir un largo, una década después de la reveladora Le quattro volte (2010). Ambos han comparecido en sendas ruedas de prensa: en el caso de Akl, acompañada de la guionista de la película, la barcelonesa Clara Roquet (que tiene a punto de estreno su ópera prima como directora, Libertad), y de los productores Tono Folguera y Ariadna Dot. En el caso de Frammartino, junto a la guionista Giovanna Giuliani.

 

Mounia Akl: “Cuando rodamos, la realidad del Líbano era mucho peor que la que habíamos imaginado en nuestro guion distópico”

Una familia libanesa huye de la crisis medioambiental que vive Beirut y se aísla en la montaña, lejos de la contaminación de la urbe. Pero la instalación de un vertedero junto a su hogar amenaza con romper el equilibrio íntimo de ese núcleo familiar. La premisa argumental de Costa Brava, Líbano, ópera prima de Mounia Akl, planteaba un distópico futuro cercano que acabó pareciéndose demasiado a la realidad que vivimos.

“Cuando escribimos la película, pensábamos en lo peor que podría pasar en un futuro inmediato. Pero entre la escritura y el inicio de rodaje, mi país empezó a colapsar: una feroz crisis económica, las explosiones de agosto en Beirut, y la pandemia que nos ha empujado a unas condiciones extremas. Cuando empezamos a filmar, la realidad del Líbano era mucho peor que las que habíamos imaginado en ese futuro distópico. Decidimos dejar a los hechos definir la película. Cuando la veo me parece una película de época, porque todo ha mejorado desde el rodaje”, ha explicado Akl durante su encuentro con la prensa. Con parte de la producción a cargo de la productora española Lastor, Costa Brava, Líbano cuenta con Carlos Marques-Marcet como montador y con Clara Roquet en el guión: “Clara y yo nos conocimos cuando estudiábamos juntas en Nueva York, y somos amigas desde entonces. Es un honor que su película Libertad y la mía viajen juntas y con los mismos productores”, ha continuado Akl. Roquet, por su parte, apuntaba que “ambas compartimos temas que nos interesan, como nuestras miradas a las estructuras familiares y a los personajes femeninos. Trabajamos muchísimo en construir esas relaciones familiares”.

El proceso de escritura, según ha explicado Akl tuvo lugar en el pueblo de Roquet, pasando unos días junto a la familia de la guionista: “Nos inspiramos mucho en la gente que nos rodea, y creo que nos fijamos en nuestros propios padres y madres: son las personas que más amamos, pero también somos muy conscientes de sus vulnerabilidades, así que han sido una de nuestras principales fuentes de inspiración”.

Akl ha explicado qué buscaban a la hora de buscar al reparto perfecto: “El proceso de casting fue interesante, por la mezcla de intérpretes conocidos, como Nadine Labaki y Saleh Bakri, que interpretan a los padres, con adolescentes desconocidas, o la abuela, que nunca había hecho de actriz. No buscábamos a los actores perfectos, más bien nos enfocamos en construir una familia que fuera verosímil. Se tenían que crear vínculos, y fue difícil porque había que hacerlo por zoom, por el tema de la pandemia. En el caso de Nadine Labaki, se puso en mis manos, confió muchísimo en mí. El hecho que ella también sea directora me permitía darle menos indicaciones, porque me entendía con pocas palabras. Pudo dejarse llevar y perderse en el personaje”.

En cuanto a la colaboración con Carlos Marques-Marcet en tareas de montaje, Mounia Akl ha comentado entre risas que el director de 10.000 Km. o Los días que vendrán le decía: “Hicimos un montaje con absolutamente todo lo filmado, y ahí empezamos a decidir todo lo que había que eliminar para quedarnos con el corazón emocional de la historia. No fue fácil porque nunca tuve la suficiente perspectiva. Fue muy bueno montar con Carlos y con Cyril Aris, porque su mirada como directores era muy enriquecedora y venía de un lugar parecido a mi propia visión”.

 

Michelangelo Frammartino: “Il buco se define en la frontera entre lo conocido y lo desconocido”

En Il Buco, el cineasta italiano Michelangelo Frammartino recrea la primera expedición, datada en 1961, a una de las cuevas más profundas del planeta, el conocido como Abismo de Bifurto, en el sistema montañoso de Pollino, en Calabria. Con doce jóvenes espeleólogos seleccionados en un proceso de casting para interpretar a sus predecesores y repetir su hazaña equipados con artilugios de escalada de hace seis décadas, Il Buco prescinde de diálogos y líneas narrativas convencionales, y juega al impacto que produce el viaje en el tiempo que propone, que a veces se puede confundir con cine documental, y a la espectacularidad de sus imágenes. Pero también reflexiona sobre los choques Norte-Sur, evolución-tradición, urbano-rural en esta producción ganadora del Premio Especial del Jurado en el último Festival de Venecia.

En rueda de prensa en el Festival de Sevilla, el cineasta italiano ha destacado las claves de Il buco: “La película se define en la frontera entre lo conocido y lo desconocido, y eso no puede hacerse en la tierra, donde ya está todo explorado. Por el contrario, en la espeleología sí podemos encontrarnos con un universo absolutamente desconocido. Más en un lugar como el Abismo de Bifurto, al que no se descendió hasta 1961, en un momento en que Europa vivía un renacimiento económico y llegaron nuevas tecnologías como la televisión, las ciudades se iluminaban, se vivía un cierto bienestar. Y un lugar como esa cueva se convirtió en un muy poderoso”.

Con Il buco, Frammartino mantiene su vocación de adentrarse en primera persona en los proyectos: “Mis proyectos nacen siempre de mis confrontaciones directas con lugares y personas, con los vínculos sentimentales que creo con ellos. Si no hay una relación de afecto, el proyecto fracasa. Giovanna y yo hemos escrito una película muy material, y escribirla significaba vivir en esa cueva. Así que utilizamos todo el equipamiento para descender a la gruta, formando parte del equipo de la película que bajó, porque aunque fuera peligroso para nosotros era fundamental estar en el corazón de ese lugar. Esa experiencia física de la que hablaba. No perdí el miedo hasta que llevábamos casi un año con el proyecto y con los descensos a la cueva”. 

Uno de los elementos más destacables de Il buco es cómo se rodó en medio de la oscuridad: “Mi intención era trabajar en el negro absoluto, ahí se crea una frontera entre lo que puedes ver y lo que puedes imaginar”, ha explicado el director, para seguir reflexiondo sobre cómo se ha tratado esa oscuridad habitualmente en el cine: “Hay una película de Max Ophüls, El placer, que comienza en negro y con la voz de un narrador que dice: “es como si estuviera sentado con vosotros”. Esta dimensión de fusión era fundamental en la película. Cuando los espeleólogos entran en una gruta, se fusionan con la montaña, pasan a formar parte de ella. Me gusta pensar que con mi película eso le ocurrirá a los espectadores, se fundirán con el negro”.