Un fotograma de Nación, de Martarita Ledo

LA EXPLOSIÓN DEL CINE GALLEGO

Margarita Ledo y Alfonso Zarauza, cineastas de largo recorrido que forman parte de una cinematografía potente y referencial, la gallega, que vive un momento de esplendor creativa. Ambos presentan sus últimas películas, ‘Nación’ y ‘Ons’, en esta edición del Festival de Sevilla.

 

"Es un momento único el que vivimos en el cine gallego de hoy. Hay que ser muy conscientes de ello, hay que estar muy orgullosos y debemos valorarlo como se merece", decía recientemente Alfonso Zarauza, autor de Ons, film que el Festival de Sevilla proyecta en su recién creada sección Historias Extraordinarias. El Novo Cine Galego, ese movimiento que desde hace poco más de una década une a autores tan diversos, incluso de generaciones distintas, con intenciones y sensibilidades, discursos e intereses, aparentemente opuestos. Nombres como los de Oliver Laxe, Eloy Enciso, Jaione Camborda, Peque Varela, Lara Bacelo, Alberte Pagán, Ramiro Ledo, Xurxo González, Helena Girón, Samuel M. Delgado o Diana Toucedo, entre otros. Y, claro, Alfonso Zarauza y Margarita Ledo, directora de otro de los platos fuertes del Festival de Sevilla 2020, Nación.

Cineastas todos ellos que han desarrollado modelos de producción alejados de los parámetros industriales, muchas veces fundamentados en la autoproducción, que proponen lenguajes innovadores en los que la experimentación es un valor añadido. Autores que defienden las raíces, de lo natural a lo rural. Miradas que apuestan por los postulados de un feminismo combativo. Y con la memoria, siempre la memoria, como uno de los grandes ejes transversales. Desde la ficción y, sobre todo, desde la no ficción, el Novo Cine Galego es sinónimo de libertad y de compromiso estético.

Mujeres contra la exclusión

“Como una botella al mar, como recordando aquellas asambleas de los 70, de los 80, de los 90… una antigua operaria de Pontesa se dirige a las mujeres: "Nunca trabajéis gratis, por favor. ¡A la mierda! "  El pasado del presente es esta consigna que está en Nación, un sitio para posar la cabeza, para recoger en el regazo la experiencia de las mujeres en el textil, en la loza, en la conserva. Mujeres valientes que enseñan los dientes. Lo que escuchamos hoy en las manifestaciones viene de ellas”. Las palabras de Margarita Ledo (Castro de Rei, Lugo, 1951) nos ponen tras la pista de la batalla que un grupo de mujeres mantienen, casi 20 años después, para que aquella fábrica de cerámicas pague los salarios e indemnizaciones que dejó pendientes. Cuando Pontesa cerró, como otras empresas de otros sectores, muchas mujeres tuvieron que volver a casa, perdiendo un puesto de trabajo que, más allá de un sustento, había servido para reconocerse y repensarse como personas independientes. El regreso al hogar volvía a invisibilizarlas. “Fuimos conscientes que hacíamos una película para lo más íntimo, la pérdida de la autoestima cuando todo se quiebra”, afirma Ledo, que en su película se fija en las trabajadoras de Pontesa, un buen ejemplo de cómo puede afectar a la autoestima la salida del mercado laboral de mujeres de 40 y 50 años, en un camino hacia la exclusión social.

 

Con Nación, la directora se muestra firme en el manejo de herramientas de no ficción: “La presencia que abre la película y que nos anticipa la performance, y un palimpsesto de voces, de sonidos, de archivos de diferentes épocas, que engarzan lo real y lo imaginario. La fuerza y el desasosiego en un pequeño gesto. La parte performativa era, en realidad, un contenedor de posibilidades que se fue llenando por la relación que establecimos entre todas nosotras durante el rodaje. Buscar otro canon te lleva de la mano hacia la notación de presentar en lugar de representar, no se trata de reproducir sino de traer para el mundo, que es la película, aquellos fragmentos agazapados pero que nunca se borraron, los que te configuran, los que te dan ánimo para buscar una salida, para sobrepasar el mutismo, el dolor en el que fuimos instruidas. Para que te sientas entera”.

La isla de las tentaciones
 

Un matrimonio en crisis: un marido deprimido por la repentina muerte de su amante, una esposa que le acompaña en su retiro a la isla de Ons, donde puede que sea más fácil la recuperación. Una misteriosa mujer extranjera, amnésica, superviviente de un naufragio, que aparece en la isla de la nada. Las cosas ya no volverán a ser como eran. Esta es la premisa argumental de Ons, el nuevo trabajo tras la cámara de Alfonso Zarauza (Santiago de Compostela, 1973), firmante de films como La noche que dejó de llover o Los fenómenos.

“Escribí el guion con Jaione Camborda”, recuerda el director. “Nos costó muchísimo empezar con la primera palabra, nos pasamos casi tres meses divagando sobre qué queríamos contar, y llegamos a un tema y un camino que nos interesaba, y empezamos a indagar en él. Es una película que habla sobre el amor, pero no desde una perspectiva banal y tópica, sino que pone el foco en por qué necesitamos esos afectos, llegar a esos lugares a los que se llega cuando uno necesita cariño. Queríamos indagar en la necesidad y la escasez: la necesidad de amor, de seguridad emocional, de deseo sexual y de instinto maternal, y en la escasez de todo ello. De eso trata la película”.

Rodar en una isla era, para Zarauza, una cuestión fundamental: “Las islas son espacios que limitados espacialmente, y eso tiene una fuerza especial en cualquier narración. También hay límites metafóricos, porque las islas tienen faros, y los faros son esas luces que nos guían en la inmensidad de la noche, cuando estás en un barco en mitad del océano, y te tienes que acercar a ellas pero no demasiado, porque si te acercas demasiado puedes acabar encallando y hundiéndote. Estas dos ideas hicieron que, cuando llegamos a la isla de Ons, todo creciese como un soufflé, y los temas que tratábamos cogiesen envergadura”.
 

El paisaje, protagonista en Ons


Película de silencios (“es casi más importante todo eso de lo que no se habla, lo que subyace que lo que se ve”, afirma el cineasta), en gran parte Ons se sustenta en el trabajo de unos actores magníficos: Antonio Durán “Morris”, Melania Cruz y Anaël Snoek forman el triángulo emocional de una película que Zarauza define como “de corte autoral pero sin dejar de resultar atractivo para el gran público. De estructura clásica y ritmo pausado, alejado tanto de efectismos estridentes como de extravagancias experimentales y lenguajes crípticos”. Y continúa: “No es un thriller pero sí es una película con misterio. Un cine propiamente español pero que, como el inglés o el irlandés, no rehuya de los cielos grises, la bruma marina o la lluvia, y que como el escandinavo resalte la elegancia austera de los colores fríos tan propios de la costa atlántica gallega”.