Melodías excéntricas.
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Melodías excéntricas. Hitos insólitos del cine musical europeo (1969-2019)

A menudo el imaginario colectivo y la cinefilia más ferviente consideranel musical como un género eminentemente norteamericano. Los estudios, retrospectivas o antologías sobre el tema están poblados por títulos estadounidenses, dejando un espacio insignificante para el resto de mundo. Sin duda, esas obras que nacieron bajo la influencia de Broadway establecieron las bases de un cine que se consolidó como el más popular de Hollywood desde la misma llegada del sonoro, con The Jazz Singer (Alan Crosland, 1927) como pionera. Bien, los yankees dieron a luz al musical, pero las relecturas, retorcimientos y revelaciones más originales e inesperadas del género se han dado en otras latitudes. Ya en 1929, Europa comienza a situar la cámara y el micrófono frente a melodías, óperas y cantos, con Alemania y Francia a la cabeza: autores germanos como Reinhold Schünzel y G. W. Pabst y el francés René Clair ofrecieron memorables incursiones. A comienzos de los de los 30, España irrumpirá con obras que denotaban la influencia de la zarzuela, y Rusia, con cineastas tan brillantes como Grigori Aleksandrov o Ivan Pyryev. 

Aunque será en los sesenta cuando los autores del continente comiencen a solidificar su verdadera impronta, destacando los franceses. El eterno Jacques Demy modificó el devenir del género, aportando unas insólitas dosis de creatividad, transformando el uso del color y de los propios números musicales. Su estela fue continuada, de manera puntual, por un gran número de compatriotas coetáneos, como su cómplice AgnèsVarda, Godard, Rivette, y por supuesto Alain Resnais.

Pese a la irrupción de otras figuras clave como Gottfried Kolditz en Alemania del Este o Eldar Ryazanov en la URSS, Demy se confirmó como el verdadero icono del cine musical europeo, un faro de luz tan poderosa que acabó por frustrar un legado nutrido.

El incremento de programas de música en la televisión, el inevitable desgaste de las fórmulas tradicionales del género, y la imparable tendencia de producir películas rutinarias a la mayor gloria de las estrellas del pop y rock del momento, provocó que entre finales de los 60 e inicios de los 70 el musical perdiese su popularidad en todo Occidente (mientras que en India y Egipto vivió una auténtica etapa dorada durante esos años). Paradójicamente, desde ese momento surgieron en Europa las aportaciones más rompedoras, extravagantes e inesperadas de la historia. Así, desde hace 50 años, un puñado de realizadores procedentes de este continente envuelto en perpetuas llamas, comprendió que para incidir en sus complejas realidades era necesario musicalizar el verbo, tomar las partituras como arma y dar rienda suelta a la excentricidad.

golden eighties

 

Un ejemplo primigenio de esta perspectiva fue UN, DOS, TRES… AL ESCONDITE INGLÉS (1969), ópera prima de Iván Zulueta, el gran maldito del cine español, sobre un grupo de jóvenes músicos que todavía bajo la dictadura de Franco hará lo imposible para boicotear una canción que detestan y que va a representar a España en el Festival de Eurovisión. Parodia de este tipo de concursos (tras el triunfo de la cantante Massiel) y también de las películas que Richard Lester realizó con los Beatles, esta delirante historia rodada sin guion, arrebatadamente psicodélica y con la actuación de varios grupos punteros de la época se convirtió rápidamente en objeto de culto.

El reflejo de la juventud frustrada por la represión de gobiernos autoritarios que intentan bloquear a una sociedad sedienta de progreso es también visible en DON’T CRY, PRETTY GIRLS! (1970), único musical realizado por Marta Mészaros y posiblemente su trabajo más atrevido. En él, tras pasar tediosas jornadas en la fábrica, un grupo de chicos y chicas rompe con la monotonía acudiendo a fiestas y conciertos nocturnos. Un espíritu de rebelión ante la insatisfacción social pionero en la Hungría comunista.

Cautivado por la pasión y épica de la ópera, el alemán Werner Schroeter elevó su cine a su más absoluta cumbre en THE DEATH OF MARIA MALIBRAN (1972), drama inspirado en la célebre prima donna española del siglo XIX María Malibrán (interpretada virtuosamente por Magdalena Montezuma), muerta a los veintiocho años mientras cantaba en una velada musical. Un film fantasmagórico de expresividad sin límites, dotado de un tempo hipnótico, que se embebe de la gestualidad y el colosal arco emocional de las artes escénicas, tomando como referentes visuales a pioneros como Murnau o MauritzStiller.

Encontramos un torrente atmosférico similar en THE DEVIL’S BRIDE (1974), sin duda el musical más innovador surgido del Báltico y obra maestra del infravalorado director lituano ArūnasŽebriūnas. Su trama de tintes faustianos trata sobre un demonio que entrega una oferta irrechazable al propietario de un molino, pidiendo a cambio casarse con su hija. Comparada con Jesucristo Superstar por su irreverencia, la película despliega un imaginario desbordante einédito.

Algunos de los grandes maestros del cine universal cuyas trayectorias se han significado por sus afiladas y esclarecedoras pulsiones políticas, se asomaron al musical una única vez, inyectando de luminosidad a sus trayectorias y llevando al género hasta parámetros inimaginables. Ese es el caso de Theo Angelopoulos con su tercer largometraje THE TRAVELLING PLAYERS (1975), monumental recorrido por la historia de Grecia entre 1939 y 1952 siguiendo a un grupo de actores itinerantes que van de pueblo en pueblo representando siempre el mismo drama. Al hablar del género que adoptó para afrontar este monumento épico de rotundo discurso antifascista, ganador del Premio de la Crítica en Cannes, Angelopoulos remarcó: “creo que el musical te permite transformar la vida cotidiana en algo más”.

Otra figura eterna, profundamente añorada e imprescindible, Chantal Akerman, concibió en GOLDEN EIGHTIES (1986) una fusión de tributos, tanto a los clásicos de la MGM como a Demy, desembocando en una obra única. Ella misma escribió las letras de las canciones, componiendo un emocionante retrato de los trabajadores de una galería comercial de Bruselas, sus amores y pasiones, todo ello filmado con una paleta de colores destellante e inabarcable en un solo visionado.

Por su parte Alan Clarke, el legendario autor de Made in Britain (1982), Christine (1987) o Elephant (1989), entregó con BILLY THE KID AND THE GREEN BAIZE VAMPIRE (1987)una de las obras más inclasificables del cine británico, descrita por el BFI como “el primer musical de vampiros jugadores de billar de la historia.” Pero pese a su apariencia puramente bizarra, como siempre en Clarke este film de culto esconde también una poderosa crítica al thatcherismo al disponer la batalla entre la juventud de clase trabajadora y la ajada élite inglesa. 

vampir

 

Una lacra tan arraigada como la camorra fue diseccionada con una inventiva sin precedentes por Roberta Torre en su ópera prima TANO DA MORIRE (1997), inspirada en el asesinato de un importante mafioso palermitano. Subversiva e hilarante en su visión social, carismática y sugestiva en su composición cromática, TANO DA MORIRE puede considerarse el exponente más certero del musical posmoderno.

Con el cambio de siglo, el género a nivel global pareció revivificarse gracias a títulos como Dancer in theDark (Lars von Trier, 2000) o Moulin Rouge (Baz Luhrmann, 2001), notorios éxitos de público que sin embargo acusaban un maniqueísmo exasperante y bajo cuya espectacularidad se escondían construcciones absueltamente convencionales. Habría que esperar hasta 2004 para encontrar otro hito del musical iconoclasta: A CARA QUE MERECES, memorable debut y alumbramiento de un nombre fundamental del cine contemporáneo, Miguel Gomes, que prometía ya dosis ilimitadas de originalidad y buen humor. Se trata de la hilarante fábula de Francisco, un hombre al borde de la claustrofobia y de la crisis de los 30, que empieza a rememorar y cuestionar su infancia, desembocando en una versión de Blancanieves y los siete enanitos.

El inimitable SergeBozon preparó en LA FRANCE (2007) -ganadora del Premio Jean Vigo- una fórmula alquímica sin precedentes, mezclando cine bélico, comedia y musical para centrarse en el más terrible apogeo de la Primera Guerra Mundial. La joven Camille en busca de su marido, que se encuentra devastado en el frente. Alarmada, decide dejar su casa vestida como un hombre con la esperanza de encontrarle. En su aventura encontrará a un grupo de soldados que interpretan el conflicto a su manera, intentando hallar algo de luz en uno de los panoramas más tétricos que ha vivido Europa.

Y si de mezclas aparentemente imposibles se trata, TOMORROW IS ALWAYS TOO LONG (2014) ocupa un lugar cardinal. Con su peculiar combinación de documental, musical, animación y televisión, el artista Phil Collins crea una semblanza del Glasgow crudo, pero también de su deriva más fantasiosa. Escenas de canciones interpretadas por gente normal que participaa su vez en el proceso creativo se ven intercaladas por animaciones de Matthew Robins y discusiones sobre los problemas que azotan a la sociedad escocesa.

Llegamos así a 2019, año que reafirma la capacidad de los cineastas europeos para seguir llevando al musical hasta territorios nunca antes vistos. Así lo demuestran varias de las películas que participan en diferentes competiciones de nuestra programación, como THE GRAN HOTEL BALLET (incluida en Cinéfilos del Futuro), en la que Jacques Deschampsdocumenta el aprendizaje de un grupo de estudiantes de una prestigiosa escuela de hostelería francesa y la expresión cantada de sus sueños e ilusiones. En la Sección Oficial encontramos JOAN OF ARC (Bruno Dumont), nuevo retrato del mito que se enfrentó a la Iglesia y demás establishment que contiene el que posiblemente sea el número musical más brillante de los últimos tiempos, y por supuesto TECHNOBOSS, en la que João Nicolau edifica un personaje entrañable, ante el abismo de la jubilación y del vacío emocional, que inventa canciones para poder entender y soportar el intricado transcurrir de la existencia.

Finalmente solo nos queda confiar y seguir el ejemplo del inmortal lituano-americano Jonas Mekas, quien nos dejó hace apenas once meses dejando un vacío irremplazable, y que en una de sus últimas llamaradas de inspiración gritó: “I Sing and I Celebrate”.

Javier H. Estrada

Lejos de aspirar a establecer un canon concluyente, esta retrospectiva tiene como objetivo señalar algunos hitos de ese cine musical europeo realizado en los últimos 50 años que se alejó de la ortodoxia para abrir caminos intransitados. Sirva esta propuesta como punto de partida para ahondar en esta cuestión tan apasionante comopoco estudiada, y en la que podrían incluirse también Sayat Nova (Sergei Parajanov, 1969), TopicalSpanish (Ramón Massats, 1970), Moses and Aaron (DanièleHuillet& Jean-Marie Straub, 1975), Yuppi Du (Adriano Celentano, 1975), Tommy (Ken Russell, 1975), Gypsies Are FoundNearHeaven (Emil Loteanu, 1976), Hic Digitur Dei (Antoni Martí i Gich, 1976), Rock’n Roll Wolf (ElisabetaBostan, 1976), Régimesanspain (Raúl Ruiz, 1984), Crespià, the Film NottheVillage (Albert Serra, 2003), o Jeannette (Bruno Dumont, 2017), entre muchas otras. 

Todas las películas de la retrospectiva se proyectarán en su formato original: 35 milímetros (A CARA QUE MERECES, THE DEATH OF MARIA MALIBRAN, THE TRAVELLING PLAYERS, TANO DA MORIRE, BILLY THE KID AND THE GREEN BAIZE VAMPIRE y LA FRANCE), y DCP a partir de archivo digital (TOMORROW IS ALWAYS TOO LONG), con las excepción de DON’T CRY, PRETTY GIRLS!, THE DEVIL’S BRIDE, GOLDEN EIGHTIES, y UN, DOS, TRES… AL ESCONDITE INGLÉS, que se proyectarán en DCP a partir de copias recientemente restauradas. 

Nuestro agradecimiento a Yorgos Krassakopoulos, programador del Festival de Tesalónica.