Wild Boys
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LAS NUEVAS OLAS. MAREAS VIVAS

Las nuevas olas es sin duda una de las secciones más vivas del festival. La misma ligereza de los títulos elegidos, que más que afirmar de manera categórica interrogan, danzan, y se escurren curiosos por derroteros poco transitados, muestra el panorama maleable, osado y en mutación constante del cine europeo. Es el espacio propicio para detectar señales, para descubrir talentos, y para seguir los pasos de veteranos inclasificables. Es un auténtico terreno de juego, donde aventurarse en busca de sorpresas.

 

CUESTIÓN DE HUMOR

Pareciera que la comedia europea tiende a mirarse a sí misma y a ser autorreflexiva en sus formas. Sin ir más lejos, en las dos películas que abren este apartado, dos directores de cine fracasan en su intento de rodar una película. Cineastas interpretados, además, por los respectivos directores de las películas “reales”: Carlo Padial en ALGO MUY GORDO y Julian Radlemaier en SELF-CRITICISM OF A BOURGEOIS DOG. El caso de Padial se enmarca en eso que tanto ha dado qué hablar, el posthumor, en el que prima una comicidad perpleja, excéntrica, y que tiende también a dejar al descubierto el propio acto de creación en sus distintas manifestaciones. Anunciando a bombo y platillo una película que será “algo muy gordo”, “revolucionario” y “con mucho CGI”, protagonizado por una figura de éxito televisivo (pero abierta a los riesgos) como es Berto Romero, Algo muy gordo habla en forma de making of del fracaso de esta empresa acudiendo a las rencillas personales, celos y egos de quienes están involucrados en el film. Es, también, un comentario irónico sobre la falsa idea de progreso, que piensa que la renovación de las formas va de la mano de la tecnología. 

La película de Radlemaier, por otra parte, nunca llega siquiera a empezarse. El Julian de la ficción no llega a conseguir dinero para financiar su película. Aunque quiere escudarse en la figura de un cineasta marxista y comprometido, siempre actúa por motivos muchos más mundanos. No es otra cosa que una sátira de un mundo del arte siempre politizado y comprometido con la realidad, pero desde la atalaya de una burguesía que rehúsa mirarse al ombligo. Por los caminos del absurdo, lo mágico y lo lacónico, el destino final del antihéroe de este film le convierte en el “perro burgués” que es, literalmente.

REQUIEM FOR MRS. J., de Bojan Vuletić, es una mordaz visión que toma acontecimientos negrísimos como motivo de su comicidad. Una mujer deprimida un año después de la muerte de su marido, que planea suicidarse en el justo aniversario de la defunción. Vuletić parece decirnos que en una Bulgaria gris y dejada de la mano de Dios, no es posible siquiera matarse tranquilo. La Mrs. J. del título ha de enfrentarse a una ristra de trámites burocráticos, salas de espera, funcionarios indolentes e instituciones en decadencia para poder dejar sus asuntos en orden. Tanto que, paradójicamente, quizás esa misma inoperancia ruinosa sea capaz de devolverle las ganas de vivir. 

En el caso de BEFORE SUMMER ENDS, de Maryam Goormaghtigh, el desencanto viene de la mano de una inmigración vista desde una perspectiva poco usual: un trío de jóvenes iraníes que ciaja por el sur de Francia para despedir a uno de ellos que se vuelve a su país tras estudiar en París. En las noches de verano, y en los trayectos en coche, vamos conociendo la división de sentimientos de los jóvenes: la nostalgia del hogar, combinada con la posibilidad de ser ellos mismos que les brinda el nuevo país. La comparación con Extraños en el paraíso que establece Jordan Mintzer en Hollywood Reporter va más que bien enfilada: se trata de un grupo de inadaptados lleno de códigos privados al que la mirada singular de Goormaghtigh dota de un aura afín a los personajes de Jarmusch.

También sensibles al humor, pero salidos de una tradición distinta, son los films de Serge Bozon y de Jean-Charles Fitoussi. Miembros de un selecto club de cineastas contemporáneos, herederos de cineastas como Vecchiali, Guiget, Rivette, Rozier y Arrietta, entre otros, a los que su paso por varias instituciones neoyorquinas en 2011 dio a llamar “radicales libres”. Ambos comparten también, en este caso, sus raíces en la literatura fantástica. 

Bozon es una de las figuras más activas y omnipresentes del grupo, no solo como director sino como crítico, guionista y actor. MRS. HYDE es su particular versión de El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, de Robert Louis Stevenson, en la que el protagonista se torna en una apocada profesora de un instituto tecnológico interpretada por Isabelle Huppert, Madame Géquil. La sátira social de la Francia contemporánea (con un toque de sorna hacia la mentalidad bienpensante, en especial en la temible transformación en Madame Hyde) está presente a través de unos personajes con un sutil toque caricaturesco. El juego estético y el absurdo (un absurdo muy lúcido) rematan esta nueva obra de Bozon. 

ninato

 

En el caso de Fitoussi, escapamos a un micromundo, un castillo, con un reparto de personajes casi de Cluedo. VITALIUM, VALENTINE!, la última entrega de su particular folletín fílmico, su serie de películas le Château de hasard, parte de la figura de Frankenstein. Lo macabro se funde con lo burlesco, el terror con el enredo sentimental. El dueño del castillo decide matar a toda su familia, para venderle el castillo con muertos incluidos a un tal William Stein (nieto de Frankenstein), que experimenta implantando el ADN de los ancestros de la familia (en las catacumbas) a los “muertos frescos”. Un ADN que viene cargado de memoria, y de rencillas sentimentales. Es con el juego de la representación, y con una puesta en escena perpleja, que Fitoussi pone en marcha su fantasía.

CON LOS PIES EN LA TIERRA

Otra vertiente de la que ya empieza a haber una tradición son los híbridos entre ficción y no ficción. Por lo general, son películas en las que la realidad social de la que parten es indisoluble de la historia, en las que mostrar modos de vida es parte esencial de lo que se expresa, y en las que el humanismo se sitúa en el primer término. 

Es el caso del trabajo de fondo que llevó a cabo Adrian Orr con NIÑATO. Película que es a la vez secuela y ampliación de su cortometraje de 2013, Buenos días resistencia, en el que ya mostraba a la particular familia de David Ransanz, el “niñato” al que alude el título, un joven rapero del extrarradio madrileño que cría a una prole de tres sin trabajo y viviendo en casa de su madre. A través del día a día y de la estrecha convivencia del cineasta con su sujeto, Orr va trazando un retrato de una figura que intenta resistir en un panorama gris y poco alentador, de la manera en la que cría a sus hijos, y de cómo persiste en sus sueños musicales. Huyendo de la truculencia, el patetismo o la trampa emocional, consigue conmover y transmitir cercanía con su sujeto, observado a la misma altura.

En SOTOBOSQUE, de David Gutiérrez Camps, la cotidianidad mostrada es la de Musa, un inmigrante africano y sus estrategias para sobrevivir en un pueblo de Gerona. Mucho más introspectiva y silenciosa, Sotobosque se recrea en las labores de desbrozado, recogida de leña y de piñas en soledad en el bosque. El contacto con los vecinos siempre es mostrado con cierta lejanía, dejando al descubierto la alienación de alguien a quien no se le termina de abrir ninguna puerta, aún sin encontrarse una hostilidad frontal. En un momento, Musa ve con un compañero africano un documental etnográfico sobre su tierra. Algo que parece ser un guiño a la manera distante, de outsider, con la que contempla su entorno, especialmente patente cuando observa los bailes y ritos de las festividades del pueblo que habita. 

En THE INTRUDER, Leonardo di Costanzo se queda en su Nápoles, trabajando con los habitantes del extrarradio, y ese punto de partida anclado a la realidad se dramatiza a través de la figura de Giovanna, una mujer que dirige un centro social ocupacional para niños, particular Antígona de esta historia. El dilema que presenta sirve para hablar de un problema social candente: los daños colaterales que deja la mafia, siempre en el fuera de campo. Giovanna acoge sin saberlo a la mujer de un mafioso y sus hijos, y cuando el marido es apresado, la mujer decide quedarse y desmarcarse de la familia política. Giovanna defiende a “la intrusa”, pero el rechazo de la comunidad demuestra la dificultad de reinserción y los límites de la tolerancia, en un mundo en el que prevalecen los estigmas, el rencor y el miedo.

En MILLA, Valérie Massadian nos remite a territorios más íntimos pero también en los márgenes de la sociedad. Con una estrategia similar a la de Nana, nos consigue sumergir en la esfera introspectiva de su personaje. La historia empieza con una pareja de adolescentes fugados, viviendo al día en los sitios que consiguen ocupar. Después de la tragedia que rompe el amor, nos quedamos a solas con Milla. Un personaje con el que afrontamos un tremendo revés, el duelo, la superación y la reafirmación personal, el paso a la adultez y a la independencia de una madre soltera. A través de la observación cotidiana, de dejar reposar la luz y las situaciones, Massadian nos lleva por la historia sin aspavientos, e incluso se permite romper el realismo en un par de ocasiones. 

UNA REALIDAD QUE SE QUIEBRA

Precisamente en las rupturas y en los cambios de dirección inesperados se mueven las películas de este apartado. Películas que hablan de temas urgentes, pero que eligen los caminos menos trillados para hacerlo. 

COLO, esperada película de Teresa Villaverde, maneja los factores bien conocidos de la crisis económica portuguesa: una familia de tres, el padre en paro, la madre trabajando doble turno, y la hija rebelándose ante la falta de perspectivas. Villaverde, sin embargo, elige que la penuria monetaria sea más bien una corriente subterránea para poner el foco en la desmembración de una familia que afronta las circunstancias retrayéndose a sus propios mundos individuales. Se abren así en especial dos derivas, la de la hija y la del padre, que rompen su rutina para terminar vagando por la naturaleza, en otra realidad alejada de la suya. Surgen así muchas preguntas sobre las relaciones entre familia tradicional, capitalismo y consumo, y sobre la dirección que ha de adoptar lo personal en este mundo al que nos enfrentamos.

Pin Cushion

 

THE GULF, de Emre Yeksan, nos lleva hasta Turquía, en concreto a Izmir (Esmirna). Allí, otro fruto de los tiempos que corren: un treintañero que, tras un fracaso laboral y sentimental retorna a casa de sus padres. La película pasa de hablar de lo generacional para dirigirse a lo político a través de lo sobrenatural, cuando un terrible olor se extiende por la ciudad y obliga a todos sus habitantes a huir: una metáfora del ambiente asfixiante de la Turquía contemporánea. Nuestro antihéroe se queda, con toda su familia huida y su casa ocupada por la familia de la empleada doméstica, en un ambiente de excepción y revolución pacífica.

SICILIAN GHOST STORY, de los italianos Fabio Grassadonia y Antonio Piazza, da un giro sobrenatural a una violenta historia de la mafia siciliana: el secuestro de Giuseppe Di Matteo, de 13 años, que fue retenido 779 días y luego asesinado en 1993. El motivo, que su padre estaba delatando a sus compañeros criminales. Grassadonia y Piazza (que ya en Salvo aportaron una mirada inusual a este tema) construyen una suerte de cuento de hadas, lleno de espíritus que se manifiestan por medio de encuadres y movimientos de cámara, y de un uso excepcional del sonido, que es también historia de amor. Un giro lejos de la frivolidad, que logra conmover y brindar un sentido homenaje a la víctima. 

HERSTORIES

Hay otra corriente que, a juzgar por un puñado de películas recientes, empieza a hacerse cada vez más visible y relevante dentro del panorama del cine europeo: la aportación de una nueva generación de directoras a lo que se ha dado a llamar “coming of age tales”. La adolescencia, y los despertares sexuales, contados en múltiples ocasiones desde un punto de vista masculino, desde hace unos años van por fin encontrando su contrapartida. Tres óperas primas dan cuenta de esto, la adolescente como sujeto en lugar de como objeto. 

Por un lado, AVA, de Léa Mysius, parte de una noticia devastadora. Ava, de 13 años, y de vacaciones con su madre soltera y su hermana pequeña, dentro de poco se quedará ciega. Su manera de afrontarlo es desde la temeridad, en una huida hacia delante hacia lo salvaje. En una película donde el cuerpo y lo sensorial son algo importante, la sexualidad de la adolescente se revela sin tapujos y con naturalidad. Ava parece buscar un aprendizaje del cuerpo, y un repertorio visual que guardar en su memoria, mientras aprende a abrazar la oscuridad (idea que tiene sus ecos en elementos de la película como el perro negro, la gruta donde vive en chico objeto de su deseo o el amante de su madre). 

El despertar sexual de PIN CUSHION, de la británica Deborah Haywood, es más perverso y está mucho más mediado. Haywood toma una serie de elementos clásicos de las películas de adolescentes (tal y cómo las concebimos desde los 80): los roles dentro del instituto, la popularidad ( y su precio), los momentos embarazosos, la competitividad, la perfidia teen, la importancia de la ropa y el maquillaje y cierta estética pop. Una historia ya clásica que aquí se escora a su lado oscuro (sin dejar de lado el color rosa y la estética ñoña), donde cada paso del descubrimiento de la sexualidad y de acceso a la madurez va marcado por un implacable (y caricaturizado) esquema social. El tono extravagante y una estética abigarrada terminan de construir el mundo asfixiante (y magnético) del film.

SARAH PLAYS A WAREWOLF, de Katharina Wyss, no es exactamente una película de paso a la madurez sino más bien su antítesis. Con un tono parco y preciso (cuya raigambre bressoniana queda al descubierto sobre todo en la secuencia final), se trata de un film que sugiere en vez de mostrar, y que prefiere amplificar la terrible magnitud del tema subyacente dejando trabajar al espectador. Una adolescente de una familia culta y bien posicionada, empieza a comportarse de manera excesivamente exaltada a raíz de unas clases de teatro. Las clases le hacen posible dejar salir lo que hay en su interior sin “ser ella”, pero sus manifestaciones son demasiado oscuras y violentas para su entorno. Un dolor (y un secreto) que no se puede articular, y al que el cine consigue dar inefable cuerpo. 

OTRA VUELTA DE TUERCA

Este último apartado recoge propuestas inclasificables, fruto de inconfundibles universos propios que llevan a su terreno géneros y referencias cinematográficas varias. 

F.J. Ossang retoma en 9 DEDOS la estética del cine negro clásico para darle aires punk, industriales y retrofuturistas. Ecos de Melville, Lang, Touneur o Reed, códigos reconocibles que bañan una historia aparentemente policíaca, llena de personajes de cómic, que se va haciendo cada vez más críptica y elíptica, y que parece ser expresión de un estado mental, volcándose cada vez más hacia dentro. 9 dedos parece un mal sueño lleno de magníficas imágenes, que sigue también los misteriosos dictados lógicos de esa expresión del subconsciente. 

También con una historia rocambolesca, una travesía en barco y con gran parte en blanco y negro, THE WILD BOYS, de Bertrand Mandico, se presenta como una película de aventuras, una especie de El señor de las moscas desconcertante y sexualizado. El grupo de muchachos que la protagonizan, castigados a embarcarse con un capitán holandés, son interpretados por mujeres. Con una estética que une a Guy Maddin, Derek Jarman y al Fassbinder de Querelle, la aventura termina conduciendo a una isla con poderes transformadores. Sexos postizos, plantas que follan, troncos que eyaculan, frutas peludas, en una representación de la fluidez entre sexos surreal, fantasiosa, explosiva y brillante.

En AYUDAR AL OJO HUMANO César Velasco-Broca y el colectivo Canódromo abandonado (Julián Génisson, Lorena Iglesias y Aaron Rux) se alían en la creación de una película modular, en proceso permanente, con piezas que van cambiando, y que gira en torno al personaje interpretado por Génisson del Padre Julián. Un manual de esoterismo y exoterismo de estética y humor inclasificables (que va desde un cortometraje en blanco y negro en 16mm a otro inundado de cromas y estética de internet), que en esta ocasión se compone de 4 partes: un telefilme británico de los setenta sobre la prevalencia del mal (Nuevo altar), un segmento sobre un Olimpo de dioses de las comunidades autónomas españolas (Dioses autonómicos), la historia de una enfermera que atraca a hombres que luego sufren una terrible humillación (La enfermera atracadora), y finalmente Nuestra amiga la luna, cortometraje que ya viéramos el año pasado en este festival, una libre interpretación del texto gnóstico del siglo III El himno de la perla.

 

Por Elena Duque