Foto del día. Fabrice Aragno
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Fabrice Aragno. DESPÍDETE DEL LAGO

 

 

Fue una decisión unánime del Festival incluir 'Le Lac' en la sección Embrujo. Y tiene sentido. Hay algo hipnótico, casi encantado, en este experimento que Fabrice Aragno define como una "experiencia sensorial entre la ficción y la realidad". 

Su origen, como él mismo cuenta, no fue una idea concreta, sino un deseo. Todo empezó en el lago de Ginebra, en una exposición con pintores que le pidieron crear una instalación donde el cine fuera un espacio, no un formato.

Durante un tiempo hubo guion, diálogos, estructura. Hasta que el propio lago lo desbordó. Aragno decidió olvidarse del libreto y dejarse llevar: "Compré una barca de vela con el dinero que gané escribiendo un guion, paradójicamente, y ésa es la barca que aparece en 'Le Lac'". El cineasta navegó y filmó, pero sobre todo escribió de otra manera. Con la emoción antes que con la trama.

En ese viaje se cruzan Bernard, un marinero que no sabe actuar y Clotilde, una actriz que no sabe navegar. Dos presencias que flotan contra viento y marea. 

El rodaje fue pura improvisación, una deriva controlada por el instinto. Aragno habla del cine como arte hermano de la música, la pintura y la danza. No como un híbrido, sino como un gesto común. 

Y aquí, inevitablemente, aparece la sombra luminosa de Jean-Luc Godard, con quien Aragno trabajó durante años. En 'Le Lac' resuena esa misma libertad con la que Godard rompía los moldes. El desprecio por el argumento, la devoción por la sensación, el juego entre palabra e imagen.

Y, cuando termina, uno no sabe si aplaudir o guardar silencio.