Pasen y vean esta pequeña y tranquila localidad belga donde dos jóvenes policías locales, primos además, se hallan ante una misteriosa ola de suicidios y vandalismo (en concreto: grafitis de penes). Tras varios cortos donde disolvían las fronteras entre ficción y documental, Noëlle Bastin y Baptiste Bogaert debutan con este (anti)policiaco naturalista que se sumerge con afán observacional e ingenuidad sociológica en la vida de pueblo: por muy raras que se pongan las cosas, debe seguir adelante. Con actores no profesionales haciendo de sí mismos, subvierten los códigos del noir al enmarcarlos en rutinas cotidianas, destilando su componente absurdo. Crónica seca y deliciosa, cercana al minimalismo de Bruno Dumont, Vitrival extrae su humor soterrado de la idiosincrasia de sus habitantes, homenajeando (aunque lejos de buenismos) esa clase de convivencia estrecha. Defectuosa, sí, pero ahí está.