Las Nuevas Olas
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Retratos de juventud en las Nuevas Olas

Henry Blake (‘County Lines’), Ena Sendijarevic (‘Take me somewhere nice’) y Alejandro Salgado (‘Barzakh’) han conversado en un encuentro con el público del Festival de Sevilla sobre los retratos de la juventud en el cine actual

 

El británico Henry Blake ha presentado por primera vez su película ‘County Lines’, en la que habla de una realidad desconocida de Reino Unido: la de miles de menores que son empleados como traficantes de drogas entre el mundo rural y la ciudad. Blake enfoca el problema de unos niños desde la treintena, algo que le hace sentirse mayor: “¿Cómo trabajo con gente joven cuando soy viejo?”, pregunta entre risas. “Trabajo en Londres con gente joven todo el tiempo. Cuando te rodeas de gente joven y los escuchas hablar, prestas atención a sus sentimientos y emociones, eres consciente de que tienes que tener mucho cuidado en no caer en estereotipos”, explica. 

Su película aborda una realidad devastadora que es desconocida tanto dentro como fuera de las islas británicas. “En Reino Unido hay una crisis nacional que está explotando a la gente joven y abocándolos a mafias criminales que los utilizan para hacer de camellos. County Line es la línea telefónica que tienen en esta red de traficantes. Es un negocio. Una línea puede ganar 15 000 libras a la semana, y los niños raramente reciben nada”. Se calcula que unos 10 000 niños en Reino Unido están implicados en estas redes criminales, de los que unos 4 000 están en Londres. Aunque los números son de por sí desorbitados, Blake se atreve a decir que cree que son más, “pero las estadísticas no se pueden arriesgar”.

Otra película que también aborda una situación complicada de los jóvenes es ‘Barzakh’, de Alejandro Salgado. En su largometraje cuenta la realidad a la que se enfrentan los llamados “MENAS”, los Menores Extranjeros No Acompañados, niños emigrantes que intentan cruzar la frontera de Marruecos a Melilla para buscar una vida mejor. 

La película de Salgado toma un cariz casi documental, pues ha tenido que trabajar “con chicos pequeños, de unos 13 años. La realidad que viven estos niños era tan abismal, estaba tan lejos, que era difícil alcanzar una empatía que te permitiera hacer un relato con honestidad”. Con la intención de contar una historia más cercana, Salgado decidió acercarse a “chicos más mayores, que rondaran la mayoría de edad, porque tienen un carácter más maduro. Tienen otras inquietudes más naturales y humanas, como el despertar sexual”, explica. 

Sin duda, la problemática a la que se enfrentan estos adolescentes es de una dureza descomunal y el director ha sabido retratarlo con la delicadeza adecuada. “El punto de partida de estos chicos es muy duro y muy particular. Con 13 o 14 años salen de sus casas, de familias desestructuradas, y se convierten en hombrecitos responsables, que intentan dar una solución a la situación que viven. Asumen una responsabilidad que no les corresponde. Su discurso es mucho más maduro de lo que esperas. Es sorprendente la capacidad de reflexión que tienen y lo claro que ven su objetivo. Otra cosa es la realidad, el peligro al que se enfrentan”, relata el director. 

Para abordar la historia, el equipo de la película tuvo que documentarse profundamente antes de establecer contacto con los protagonistas. “Uno de los primeros conceptos que nos vino a la cabeza fue el del limbo cristiano o, incluso, el purgatorio. Un espacio de espera habitado por niños que son incapaces de distinguir el bien del mal. En la cultura árabe barzakh tiene un significado similar. Es un istmo, un espacio que une con otros. De esta forma, el equipo se propuso generar ese concepto a través del espacio: “por eso los retratamos cono las rocas o la parte de Melilla la vieja. Se crea un espacio muy atemporal, muy mítico. Por eso también está rodado de noche. Queríamos que todo se intuyera y poder facilitar el diálogo con el espectador”. 

También alrededor de la frontera transcurre la película ‘Take me somewhere nice’, de Ena Sendijarevic, en la que la protagonista viaja de su Holanda natal a Bosnia en busca de su padre. Se trata de una adolescente entre dos mundos, que tiene que afrontar el paso al mundo adulto a la vez que el cambio de país. “La protagonista deja atrás la pureza de la infancia y entre en una habitación oscura. Pasa de disfrutar el mundo a entrar en otro lleno de tensión, de tener que elegir ser parte de una nación y no de otra, de verse definida por las fronteras y los privilegios que tiene estar en la Unión Europea o no”, aclara la directora.
El contexto político es clave en esta narrativa, pues determina el camino que toman los personajes. “Los jóvenes están confundidos porque no entienden por qué tienen que elegir. Quería enseñar que son ellos los que llevan razón. ¿Por qué hay que elegir? ¿Por qué no puedo ser yo mismo en vez de estar marcado por una nacionalidad? La identidad nacional no existe. La identidad es siempre fluida, es algo que hace que mucha gente se sienta en medio. Mucha gente tiene ascendencia mixta”.

Así, la cineasta ha enfocado desde la madurez una historia de adolescentes, pero recurriendo a sus yo de diferentes años: “sentía que tenía distintas capas de edad dentro de mí. La niña de 5 años o la adolescente de 16; puedo contactar con ellas”. Gracias a esta propia introspección Sendijarevic ha culminado un trabajo que refleja la actualidad más inmediata, en la que “la comunicación es muy rápida, se pierde el contacto cara a cara y se reflexiona menos. Es un mundo muy agresivo. Quería enseñar la libertad de estos adolescentes que no están eligiendo todavía y espero que se puedan rebelar un poco más”. Este espíritu de lucha nace de una intención clara de la directora: “Quería hacer una película isurrecta sobe la identidad y la inmigración. Especialmente por la xenofobia y el nacionalismo emergente”.