Magaluf

Crítica: Magaluf Ghost Town

El sueño de la razón produce monstruos, y en la ciudad de Magaluf vagan por las calles cada noche de verano. Magaluf Ghost Town, película dirigida por Miguel Ángel Blanca que participa en la sección Las Nuevas Olas No Ficción, nos adentra en los círculos inferiores de este infierno terrenal donde los lugareños quedan atrapados a merced de las temporadas vacacionales.

El título, que tiene en Sevilla su estreno nacional después de ganar el premio a la Mejor Película Internacional del Festival de Tesalónica, se configura como un retrato existencialista del devenir de los pequeños seres que vagan por la isla, arrastrados en dinámicas a merced del turismo de borrachera y libertinaje sexual. Antiguas camareras de hotel, inmigrantes, jóvenes magaluferos deseosos de salir de la isla, sus aspiraciones y quehaceres enraízan directamente con la sensibilidad del espectador transitando entre lo emotivo y lo dantesco.

Miguel Ángel Blanca plantea una mirada mítica y esotérica para hacer frente al horror desatado con la liberación de las convenciones constitutivas de la civilización, para la que extranjeros de todo el globo acuden en peregrinación. En un territorio donde lo bueno y lo malo se quedan fuera del pacto social, aquellos que se ven obligados a sobrevivir en un ambiente tan hostil solo pueden entregarse a la magia y lo oculto como único reducto de resiliencia ante el horror de la desidia. Magaluf Ghost Town juega tensionando las fronteras entre lo ficcional y documental para presentar un cuento de fantasmas moderno en donde hay espacio para los momentos sanadores, pero que deriva en una existencia esquizoide en la que los personajes acaban atrapados en la enajenación mística.

El film acierta de pleno con su tupido plantel de personajes, a cada cual más violentamente humano, cuyos motores más profundos, sus necesidades más abisales, sus anhelos y cavilaciones nos son revelados en un espacio el que las ambiciones chocan con el horizonte de la más sobrevenida locura. 

 

Luis Aceituno