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GOMES, FAZENDEIRO Y KOBERIDZE BRILLAN EN LA QUINTA JORNADA DEL FESTIVAL DE SEVILLA

El certamen hispalense ha acogido hoy las presentaciones de dos joyas de la Sección Oficial: Diarios de Otsoga, de Miguel Gomes y Maureen Fazendeiro, y ¿Qué vemos cuando miramos al cielo?, de Alexandre Koberidze

 

Sevilla, 9 de noviembre.- La quinta jornada del Festival de Sevilla ha recibido al prestigioso cineasta portugués Miguel Gomes (ganador del Giraldillo de Plata en 2015 con su tríptico Las mil y una noches) y a la directora Maureen Fazendeiro, ambos firmantes de Diarios de Otsoga. Una propuesta metacinematográfica que mezcla el rodaje de una película con la amenaza del Covid y las medidas sanitarias a las que la pandemia ha obligado y que han afectado, como no podría ser de otra manera, a la creación, a los equipos de filmación y al propio dispositivo cinematográfico. Por otra parte, el georgiano Alexandre Koberidze ha presentado a la prensa ¿Qué vemos cuando miramos al cielo?, comedia romántica nada convencional que llega a Sevilla con el aval del Premio FIPRESCI de la crítica internacional en la pasada Berlinale. Ambas películas compiten por el Giraldillo de Oro.

 

Miguel Gomes: “Codirigir una película fue la continuación de tener una hija juntos”

Con Diarios de Otsoga, la dupla Gomes-Fazendeiro, pareja también en su vida personal, retratan la convivencia del equipo de rodaje de una película en una gran casa de veraneo, tras haber pasado los obligados protocolos sanitarios. Rodado en analógico y en 16 mm., y con el Covid19 como coprotagonista, el largometraje juega con el tiempo y con el montaje utilizando una insólita estructura que apuesta por la cronología inversa: compuesta por 22 rótulos-días (en secuencias formadas generalmente por dos o tres escenas), empieza en el día 22 para ir retrocediendo hasta el día uno.

Junto a uno de los protagonistas del filme, Carloto Cotto, los cineastas han comenzado hablando de su trabajo en común como codirectores, tras colaborar anteriormente en la escritura de guiones y, también, de compartir la vida como pareja: “Fue un proceso muy simple”, ha confesado Maureen Fazendeiro. “En medio del momento que estábamos viviendo, decidimos compartir juntos el riesgo de hacer una película donde todo era improvisado. Fue un momento muy especial: yo estaba embarazada... Quiisimos compartir una película cuando ya compartimos la vida”, reflexión que, entre risas, Miguel Gomes ha subrayado: “Hacer un film juntos fue un poco la continuación de tener una hija. Tan simple como eso”.

En rueda de prensa ante los medios en la sede del Festival, los cineastas han hablado de la apuesta formal por la temporalidad inversa con una anécdota. En este sentido Miguel Gomes ha explicado que cuando estaban en la primera ola de la pandemia, en marzo de 2020, empezaron a ver cine en casa. ”Decidimos ver la última película de John Ford y luego continuamos con la penúltima, y seguimos tirando hacia atrás, viendo a John Wayne cada vez más joven. Creo que eso influyó en la decisión de hacer Diarios de Otsoga con esa temporalidad inversa”. Al respecto, Fazendeiro ha apuntado que su intención era la de “hacer un diario de rodaje que integrara lo que pasaría durante la filmación sin guión de nuestro film. Y queríamos rodar un beso, la escena más común en la historia del cine y la más difícil de plantear en plena pandemia. Eso se tenía que hacer al final del proceso, pero también pretendíamos que fuera la primera escena. La cronología inversa lo permitía”.  Gomes, por su parte, ha añadido que “la película tiene que ver con la idea de comunidad, en un contexto de aislamiento por la pandemia. Creo que el clímax es el momento en que se forma esa comunidad, el primer día en la casa. Montada en una cronología lineal, sería una película más triste, porque los personajes irían desapareciendo de la pantalla”.

Continuando con la composición visual del film, Gomes ha destacado que “la opción de filmar en 16 mm daba una organicidad a la imagen muy distintiva, rodado así el contraste entre la luz y las sombras es muy lindo. Teníamos esa casa con los árboles y cuando el viento pone a mecer sus hojas todo acaba siendo muy natural y orgánico. Lo que hicimos fue seguir el viento y filmarlo”.

Maureen Fazendeiro, finalmente, ha abundado en otra de las claves del proceso creativo: “La película se escribió, y casi también se montó, a medida que íbamos rodando. Todos los días filmábamos lo previsto y estábamos pendientes de lo que ocurría para añadir escenas. Al final, el montaje fue fácil y rápido”.

 

Alexandre Koberidze: “Quería hacer una historia de amor diferente, en la que tuvieran cabida elementos mágicos”

El georgiano Alexandre Koberidze ha presentado su segundo largometraje, tras debutar con Let the Summer Never Come Again (2017). En su nuevo trabajo, ¿Qué vemos cuando miramos al cielo?, juega con el papel del azar en las pulsiones amorosas y las esperanzas vitales. Una película empática y sutil, vital y muy luminosa, que plasma también la cotidianidad y la atmósfera de las calles de la ciudad de Kutaisi, la capital histórica de Georgia.

Koberidze ha empezado explicando el germen de una historia de amor tan insólita como fascinante: “Deseaba hacer una película diferente, en la cual hubiera espacio para acontecimientos mágicos, que no estamos habituados a experimentar en nuestras vidas”.La dinámica que se establece entre los actores formó parte de un proceso de dirección que Koberidze ha desgranado: “Hay mucha vida teatral en Georgia, pero se hace muy poco cine. Así que un director tiene un amplio abanico de personas capaces de actuar, sean profesionales o no. Recorrimos muchas pequeñas ciudades en busca de posibles actores, tuvimos los ojos abiertos, aunque tenía claro que quería que los protagonistas estuvieran vinculados con Kutaisi, la ciudad donde hemos rodado”.

Sobre el sentido del humor, sutil y cautivador, que se deja entrever en ¿Qué vemos cuando miramos al cielo?, el cineasta ha explicado que “había una voluntad de hacer una película sin diálogos, muda, como las de principios del siglo pasado, así que componer gags visuales está en el corazón de los inicios del cine. Y eso, de alguna forma, se corresponde con la tradición de la dirección de cine, contener y capturar esos momentos divertidos que tenían que aparecer en nuestra película”.

Finalmente, Koberidze ha comentado su experiencia como actor en otra de las cintas programadas en el Festival de Sevilla, Bloodsuckers, de Julian Radlmaier, comedia proyectada en la sección Las Nuevas Olas. “Julian y yo empezamos más o menos a la vez, he aparecido en casi todas sus películas, no ha sido nada extraño repetir. Para mí resulta muy natural actuar, y trabajar con él me ayudó a entender mejor el proceso de creación de un largometraje. La pena es que hice Bloodsuckers después de ¿Qué vemos cuando miramos al cielo?, en caso contrario hubiera podido aprovechar la experiencia para aportar cosas a mi película”.