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GIANFRANCO ROSI: RODAR EL INFIERNO

El cineasta italiano muestra la cotidianidad, el día a día, de los habitantes de un territorio fronterizo de Oriente Medio en guerra eterna. Notturno es un viaje emocionante y doloroso, pero también profundamente humanista, con el que participa en el Festival de Sevilla

Una película luminosa en la oscuridad de la guerra, reza uno de los tagline que acompañan a la cartelería de Notturno, el nuevo film del italiano Gianfranco Rosi, virtuoso de la no ficción y presencia fuerte de la Sección Oficial del Festival de Sevilla. Rodada durante tres años en ese territorio fronterizo entre Kurdistán, Siria y Líbano. Una región marcada por la violencia, las invasiones y los grupos terroristas, en un intercambio constante de sangre y beligerancia de la que la población civil es eterna víctima. Y, en medio de la muerte y la oscuridad, intentan asomar la cabeza la vida y el humanismo.

Cuenta Gianfranco Rosi (Asmara, Eritrea, 1964) que la película obedecía a su interés en explorar la dimensión humana de los conflictos bélicos y sus repercusiones en la vida cotidiana de quienes convivían con ellos. “En mi viaje conocí a personas que viven en zonas de guerra: chiítas, alauitas, sunitas, yazidíes, kurdos. Viven a ambos lados de las fronteras porque nacieron allí o porque fueron obligados al exilio, y todos son víctimas de la guerra, fruto de los conflictos ancestrales y la codicia de los poderosos. Pude probar que la vida y una cierta normalidad habita los frentes del conflicto. Es esta vitalidad la que quería capturar. Notturno es una película política, pero no pretende abordar la cuestión de la política. No investiga las causas del conflicto ni los múltiples problemas religiosos y territoriales en juego. Simplemente quiere estar lo más cerca posible de los hombres, mujeres y niños cuya tenaz supervivencia sirve como metáfora del absoluto que más me conmueve: el ser humano”.

Tras coleccionar reconocimientos con sus dos anteriores films, Sacro GRA (2013, León de Oro en Venecia y Giraldillo de Plata en Sevilla) y Fuego en el mar (2016, Oso de Oro en la Berlinale y Mejor Documental en los European Film Awards), este maestro de la no-ficción sigue paseando su cine en los certámenes más importantes del mundo, con lo que él define como “un paso natural, cruzar el agua de Fuego en el mar y aterrizar en Notturno para encontrar de dónde viene la tragedia”.

Buceamos en las muchas entrevistas concedidas a lo largo de su triunfal carrera por Rosi para dar algunas claves de su trabajo, a partir de sus propias palabras.

SU CONCEPTO DEL DOCUMENTAL

Los elementos sobre los que siempre he trabajado son la transformación de la realidad utilizando el lenguaje del cine de manera rigurosa, Aprovechándome de la autoridad del documental. Lo real, sin embargo, lo transformo en otra cosa: la película no solamente tiene que ser una mera narración de la realidad; necesito que sea una metáfora en la historia que cuento. La cámara es un catalizador de la introspección. Creo que mi deber como documentalista es encontrar momentos de profunda intimidad, que para mí son síntesis de la vida. Me interesa utilizar el lenguaje del cine para afrontar la realidad, con conciencia y competencia, y es este principio el que guía mis elecciones éticas”.

METODOLOGÍA

Cada paso es importante, pero probablemente el que más disfruto es aquel en el que no filmo, porque es el momento más sincero y real. Cada una de mis películas comienza con una pregunta, lo que me lleva a un largo proceso de investigación, especialmente en busca de los espacios donde acabaré rodando. Quizás me gusta tanto porque, mientras investigo y no ruedo, escribo pequeñas notas para ayudarme a comprender la dimensión general de la realidad que cuento. Esta es también la etapa en la que conozco gente, establezco relaciones con ellos, y la alegría de haberlo hecho me acompaña a lo largo de la película. En este sentido, suele ser doloroso comienzar a filmar, porque en cuanto sacas la cámara las cosas cambian, especialmente las interacciones con las personas. Pero hay algo que me encanta del documental: todo lo que ves en la pantalla es un milagro que nunca habías pensado que iba a existir, nunca estuvo en mi mente. Siempre digo que mis películas se hacen solas, como esas plantas que se auto-reproducen. Solo necesito llevar la cámara a ese momento, que yo no provoco, que sucede, la mayor parte del tiempo de una manera muy hermosa. Y eso es todo”.

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LOS PERSONAJES

No existe una fórmula universal y perfecta para crear una relación de confianza con las personas que conoces y a las que quieres seguir con la cámara. Es verdad que la mayoría de las veces, la gente no cree que volverás, que desaparecerás, y cuando regresas, a veces por el simple hecho de cumplir tu promesa, la relación se fortalece. Invierto mucho en contar sus historias, pero ellos también invierten mucho abriéndome las puertas de su intimidad. Nunca les digo lo que tienen que hacer, más bien quiero saber lo que hacen. Y después tengo que capturar su esencia, como un fotógrafo en un único fotograma; un fotograma donde también me entero de lo que ocurrió antes y hacia dónde se dirige. Si no lo hago, es una mala fotografía. Lo consigo restando y restando, como una escultura de Giacometti, haciéndola más y más delgada… Antes de que se rompa”.

LA PRESENCIA DE LA CÁMARA

Creo que las tomas tienen que ser lo más cinematográficas posibles, como si estuviera filmando actores profesionales. Nunca entendí el porqué de esa relación entre documental y una cámara inestable buscando una supuesta verdad. Nunca lo hacemos así en la vida: nos paramos y miramos. Para mí, la verdad, la realidad, se consigue cuando hago que se olviden de la cámara. De lo contrario me convierto en un protagonista constante. Mantener fija la cámara es una forma de desaparecer. De todos modos, después de un rato paseándote con la cámara, asumen que soy parte del paisaje y se olvidan. Tampoco hay nada escenificado, o nada importante. Muchas veces ni siquiera pregunto si puedo filmar, me impongo, y uso mi instinto a la hora de escoger dónde poner la cámara. Por supuesto, cuando haces una entrevista en un documental preparas la escena, el lugar donde vas a mantener esa conversación. Al configurar cualquier escena ya estás creando un elemento narrativo”.

EL MONTAJE

La edición es esa fase en la que te ves obligado a lidiar con mucho material y tienes que escribir todo, especialmente en mi caso porque no escribo nada durante el rodaje. Para ello, es importante pensarlo todo en el presente, olvidando la experiencia que tuve durante el rodaje o el tiempo que pasé en esos lugares. Y olvidar también que puedes haber arriesgado la vida. A la hora de montar, te tienes que olvidar de ti mismo y escuchar la voz de cada escena y cada momento que filmaste. Tienes que aceptar que, la mayoría de las veces, echarás muchas cosas de menos. Cuando estás filmando, inevitablemente te pierdes algo, porque estás ocupado eligiendo tomas y trabajando con la luz, o esperando el momento adecuado, y esto te hace perderte muchas de las cosas que te rodean. Es importante recordar que lo que no filmaste, o lo que no pusiste en la edición final, sigue siendo parte de la película. La película es así por lo que enseño, pero también por lo que me perdí y por las tantas cosas que no incluí, y este es un hecho que un documentalista tiene que aceptar”.

UN DESAFÍO CONSTANTE

“Para mí cada película es la primera y la última. Cuando inicio un proyecto, es importante descubrir un lenguaje nuevo. Por lo tanto, cada vez requiere mucho esfuerzo y compromiso. De hecho, solo he rodado seis largometrajes y todos son muy distintos entre ellas. El documental me gusta mucho porque me permite experimentar mucho más que la ficción. Nunca sé qué historia voy a contar. El tiempo es mi mayor aliado en una película, más que el dinero, más que cualquier otra cosa. Necesito ganar tiempo, porque siempre hay un comienzo, una idea de lo que voy a contar, pero nunca sé cómo va a acabar. La película se va formando sobre la marcha, gracias a los momentos que surgen por casualidad y que luego se convierten en necesarios. No sé qué va a pasar, cada película es un viaje hacia lo desconocido. Es un laberinto del que tengo que encontrar la salida en un punto determinado. Para mí es una forma de vida. Cuando empiece a aburrirme ya no podré seguir haciendo cine”.