Signe Baumane © Lolo Vasco
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Signe Baumane: “Si quieres saber qué acabó con tu anterior relación, ve mi película”

La cineasta letona, que estrena este miércoles su nueva película en el Festival de Sevilla, ofrece una divertida e iluminadora sesión del ciclo ‘Voces Esenciales’
 

Definida por la periodista Charo Ramos, coordinadora del ciclo Voces Esenciales, como una especie de “Patti Smith del cine”, Signe Baumane ha hecho buena este miércoles la comparación en su comparecencia dentro de este apartado del Festival de Sevilla, en una nueva sesión celebrada en el Auditorio del Cicus. En la sesión ha participado también la cineasta, docente, crítica y programadora del certamen Elena Duque, gran especialista en el cine de animación. Con actitud punk, pero un punk en las antípodas de lo desabrido e interesado más bien en contemplar el mundo con un filtro desacralizador y ácrata pero luminoso, la cineasta letona afincada en Nueva York ha protagonizado una sesión divertida, cercana y llena de humor.

“Desde muy pronto me gustó contar historias. La primera que recuerdo la escribí a los 8 años. Trataba sobre la historia de Letonia, estaba ambientada en el siglo XVII y adobada con mucho drama, había amor, sexo, abusos… Con 14 publiqué mi primer relato en un periódico, y todo el mundo comenzó a decirme que era demasiado joven e inexperta, que cómo podía querer ser escritora con sólo 14 años, que dónde se había visto eso. De manera que, como eran tan inexperta, me dije: ok, ¿dónde está la experiencia, que la quiero toda? Entonces me dediqué a tener mucho sexo, a investigar desde el fondo de las cosas para empezar a ser una verdadera humana”, ha rememorado Baumane sobre sus primeros pasos creativos… y sexuales, un tema que no ha dejado de estar presente en sus trabajos. 

“Luego me fui a estudiar Filosofía a Moscú, para lo cual tuve que aprender ruso, de modo que en realidad tuve que aprender dos cosas, ruso y Filosofía, y me costó mucho trabajo pero mereció la pena porque Moscú era entonces la capital del imperio, una ciudad muy internacional, por lo que… ¡podía tener sexo con un montón de gente distinta! Sí, ya sé que hablo mucho de sexo –ha apostillado la directora– pero es que para mí se trata de una forma de comunicación humana muy interesante, no sólo una actividad reproductiva”. 

Primeros garabatos
 

“Cuando me licencié, volví a Riga para dar clases de Filosofía, pero me di cuenta pronto de que no es lo que yo quería hacer. En aquella época, eran los tiempos de la Unión Soviética, todo era disciplina ideológica y tenía que hacer cosas como dar clases sobre el marxismo-leninismo, que a decir verdad ni siquiera llegué a entender. Fue una amiga, que ahora es una famosa cantante en Rusia, la que me dijo que le gustaban mucho mis garabatos, y que le encantaría verlos en movimiento. Yo le contesté que no tenía ni idea de animación, pero desde luego ésta me parecía mucho más interesante que dar clases de Filosofía. Y lo cierto es que el primer día que me puse a intentar desarrollar una historia animada se me pasó el día volando, no pensé en otra cosa. Entonces supe que había dado con lo correcto, con lo que yo quería hacer, con aquello que por primera vez me hacía sentir que estaba en el momento correcto y en el lugar correcto”. 

Hoy Baumane es una artista respetadísima en el ámbito de la animación, en el que puede presumir además de haber sido pionera en el tratamiento de temas como la sexualidad femenina o los problemas de salud mental, siempre pasados por el tamiz de su humor desatado y por una imaginación que tiende a las fugas surrealistas cuando se trata de abordar cuestiones profundas. “Hablo a partir de mi experiencia, porque es la que mejor conozco, pero lo que a mí verdaderamente me interesa es preguntarme por cuestiones relacionadas con la condición humana”, ha afirmado Baumane, que en sus imágenes consigue algo parecido a la cuadratura del círculo: convertir en gags sencillos conceptos, emociones y construcciones sociales que son, de hecho, enormemente complejos, y hacerlo, además, moviendo a la risa. 

Charo Ramos, Signe Baumane, Elena Duque © Lolo Vasco

Charo Ramos, Signe Baumane, Elena Duque © Lolo Vasco

Adiós a la Unión Soviética
 

“Para cuando llegó el colapso de la Unión Soviética, yo llevaba un tiempo trabajando en un estudio de animación en Riga, donde me dedicaba a pintar los fondos de las imágenes… o sea, era la última del estudio, después de mí ya sólo estaba la mujer de la limpieza. Y la verdad es que yo lo hacía fatal, era francamente mala, sencillamente no pintaba bien. En cualquier caso, ya había hecho algunos cortos, pero sentía que en Letonia estaba destinada a tener una vida muy corta como artista. Por eso, cuando se desplomó el comunismo, dado que yo quería averiguar cuál era mi auténtico potencial y quería ver otras cosas, junté todo mi dinero, 300 dólares y me fui a Nueva York, donde sólo conocía a una persona, para buscarme la vida”, ha continuado relatando la cineasta. 

Allí, nada más llegar, y ante la evidencia de que tenía aún “la destreza necesaria para el cine de animación americano”, Baumane probó suerte como ilustradora de libros, pero no tuvo éxito. “Fui a unas 30 y en casi todas me decían lo mismo: tu portafolio es buenísimo, qué original, es fantástico, tienes un estilo único, pero no sabemos cómo vender esto, mucha suerte”, ha recordado la autora, que estaba ya dispuesta a volver a Letonia con el rabo entre las piernas cuando se acordó del estudio del animador Bill Plympton, al que admiraba. “A fin de cuentas, los animadores somos todos amigos, somos como una sociedad de masones”, ha apuntado entre risas. ¿Por qué no probar suerte, si todo parecía ya perdido? “Iba nerviosísima, me sudaba todo el cuerpo, me temblaban las piernas, me sentía como si fuera a una cita con Brad Pitt. Y le gustó mi portafolio. ¿Sabes pintar fondos?, me preguntó. Oh, claro, soy la mejor pintora de fondos de Letonia”. 

Durante un lustro trabajó para Plympton, que a la postre se convirtió en una de sus grandes inspiraciones visuales, junto a la cartelería política de los países europeos del Este en los años 70, llena de “metáforas y dobles sentidos”, y a los mundos únicos del alquimista checo del stop-motion Jan Švankmajer. 

Del sexo a la depresión
 

“Mi experiencia en el estudio de Bill me sirvió también para aprender a hacer películas rápidas y baratas”, ha contado Baumane, que en 2002 creó su propio estudio y se lanzó a crear una serie con la que dio su primer aldabonazo: Teat Beat of Sex (2007), una serie de cortos de un minuto de duración en los que la cineasta hablaba sin tapujos de sexo y cuestionaba los roles asignados tradicionalmente a las mujeres, dinamitando mientras tanto los corsés del cine de animación. Quien no tuviera noticias previas de la obra de la letona, lo ha podido comprobar en el Cicus, pues la autora ha proyectado los tres primeros episodios, en los que la obsesión masculina con el tamaño de su orgullo (y de otros asuntos) o la delirante deformación de las mujeres en imaginario sexual de los machos alfa se despachan con lucidez y a golpe de risas.

Otra gran piedra de toque en su carrera fue Rocks in my pockets (2014), su primer largometraje, con el que la cineasta quiso arrojar luz sobre las ideas suicidas y los pensamientos negros a los que en ocasiones sucumbía. Investigando en sus propias raíces, la autora supo que su abuela fue hallada en 1941 en un río cuando intentaba suicidarse, y a partir de ese punto el film se convirtió en una indagación en la historia de su familia, frecuentemente golpeada por los problemas mentales, las depresiones y otros “colapsos”, como los ha llamado. “Todos escondemos estos problemas y estas crisis, decidimos fingir que no existen, lo cual es absurdo. Todos tenemos problemas mentales alguna vez, porque todos somos humanos, es decir, porque todos somos frágiles. La vida es muy dura y tenemos que aceptarnos y amarnos tal como somos. Yo misma soy bipolar, así que os recomiendo que no os caséis conmigo”, ha afirmado la autora, refiriéndose así a su último trabajo, que presenta esta tarde en la Sección Oficial de Sevilla.

Un “thriller biológico”
 

“Yo no hago películas como terapia personal. Las películas se hacen porque se pueden hacer, si quisiera ser sana mentalmente no habría hecho la película, me habría gastado los 160.000 dólares que ha costado hacerla en un terapeuta. De hecho, el de My Love Affair with Marriage fue un proceso doloroso. Yo hago películas porque quiero comunicar, quiero conectar con otras personas, aunque claro que hay algo terapéutico en hacer películas, al menos en el sentido en que es necesario tener un propósito en la vida. Yo sé que mis películas no tienen un gran público como el de las producciones de Hollywood, pero sé que son vistas por personas que piensan y sienten y eso para mí es fundamental”, ha explicado.

Su nueva película es una divertida enmienda a la totalidad de esa tradicional creencia social según la cual una mujer no está completa si no encuentra a un hombre con el que compartir la vida. Y en el proceso de desguace de la noción de amor romántico la cineasta se vale del conocimiento acumulado por la neurociencia para describir los mecanismos químicos y las reacciones puramente cerebrales que se ponen en juego cuando sentimos lo que llamamos enamoramiento. “Yo había hecho cortos sobre sexo y una película sobre los problemas mentales. Así que junté esos dos temas en una película: sexo y depresión, o sea, matrimonio. Es la única película de su género, el thriller biológico. Si queréis saber qué acabó con vuestra anterior relación –ha rematado la animadora–, ésta es la película que tenéis que ver”.

“Quería entender por qué nos enamoramos —ha añadido Baumane– y por qué nos casamos, quería quitar un poco, no del todo, sólo un poco la máscara, para ver qué hay detrás de esa emoción tan sobrevalorada y tan popular que es el amor romántico. Yo misma era adicta a enamorarme, sin duda las sensaciones son maravillosas, es como si estuvieras colocada, pero si lo piensas fríamente es un poco extraño, ¿no? Por eso he intentado acercarme a esa sensación mágica que nos aporta el amor, pero de manera objetiva”.