Carlos Pardo Ros © José Antonio de Lamadrid
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‘H’: UNA HISTORIA DE FANTASMAS

Carlos Pardo Ros, cofundador del colectivo lacasinegra, presenta H, su primer largometraje como director, un film tan sorprendente como inmersivo, tan radical como audaz, que revolucionará el Festival de Sevilla desde la sección Las Nuevas Olas No Ficción
 

“Pamplona, 12 de julio de 1969. Un toro joven, de nombre Reprochado, sorprende a un hombre al que embiste y lanza por los aires. El hombre muere al instante de una cornada en el corazón. Nadie sabe quién es porque no lleva documentación. En sus bolsillos encuentran 4.400 pesetas, un paquete de Ducados y un llavero con la inicial H. Y, aunque esos días todo el mundo viste de blanco, él lo hace de azul. Por la morgue del hospital pasan más de 500 personas para identificarle. Finalmente, una enfermera que entra en el turno de tarde cuenta que estuvo bailando con él la noche anterior. Por fin se supo quién era el muerto vestido de azul. H era mi tío”.

Una voz en off nos pone en situación en los primeros instantes de una película que rompe moldes con su visceralidad, su radicalidad y su capacidad inmersiva. “Con la película he querido fantasear. Darle a la ficción la posibilidad de rellenar esos huecos y crear otro posible relato de H”, afirma el director.

La misma voz en off cuenta que el hombre de azul pasó la noche separado de sus amigos, y que sus últimas horas, antes de morir en un encierro sangriento en aquellos Sanfermines de 1969, es un pozo de dudas que le ha acompañado, también a su familia, durante años. “He tratado de resolver ese misterio”, continúa. “Para ello invité a Pedro, Leo, Itsaso y Julio a invocar a su fantasma”. La voz en off es la de Carlos Pardo Ros, y sus cómplices en la invocación son Pedro Ladroga, Leonard Plattner, Itsaso Arana y Julio Carlos Ramos Zapata, los “actores” que se ponen en la piel de H, o de su fantasma, en un intento de reproducir esas últimas horas, de seguir sus pasos, riendo, bailando, bebiendo, mezclándose entre los centenares de miles de personas que llenan las calles de Pamplona en los Sanfermines de hoy, construyendo, de algún modo, un único ente vivo. “Un organismo deseante que siente urgencia por beber, drogarse o ligar”, afirma Pardo Ros. “Como si esa misma noche todo fuese a morir. Ese vértigo de muerte es algo que está en la película y que de alguna forma coincide con una sensación que está muy presente en nuestras vidas desde hace dos años, la idea de que en cualquier momento podemos morir”.

De este modo, la película, es, en palabras de su director, “una invocación. La imagen de esos fantasmas es espectral: destellos con múltiples rostros y cuerpos. Por eso en el montaje trabajamos el material de una forma esencial. Buscábamos el movimiento, la luz y el color. Y sobre esas ideas fuimos encontrando un ritmo, una forma de relacionar esas imágenes espectrales de los fantasmas de H entorno a una serie de emociones y de ideas”.

Hablamos con Carlos Pardo Ros sobre su primer largometraje como director, sobre el cine pensado desde la colectividad, a propósito de referentes y del concepto de la experimentación con las imágenes y el sonido.

Diriges tu primera película después de más de 15 años trabajando en cine. ¿Por qué has tardado ese tiempo y qué te empujó a dar el paso?

H surge de un impulso muy visceral, casi catártico, que se ha prolongado durante casi seis años, así que de esos 15, he estado los últimos seis haciendo la película. Quería jugar con las imágenes porque me sentía aprisionado por cierta forma de representación que no me estimulaba. Recuerdo el día que le conté a Gabriel Azorín la historia de H y que me apetecía irme a Pamplona a rodar a gente vestida como él. Su respuesta fue tan contundente que lo tuve que hacer: “Sí, hagámoslo”.

En este Festival de Sevilla coincide tu presencia con otros cineastas con experiencia en el trabajo en colectivo: María Antón Cabot y tú mismo con lacasinegra, Julián Génisson y Canódromo Abandonado, o el colectivo BRBR que presenta La mala familia. ¿Qué valores, ventajas, etc. tiene esta forma de creación?

Todos los valores y todas las ventajas. El cine es un arte colectivo, lo miremos como lo miremos. Yo aprendí a hacer cine porque monté lacasinegra junto a Gabriel Azorín, Elena López Riera, María Antón Cabot y Jorge Medal. Queríamos hacer cine, pero sentíamos que no encajábamos y nos juntamos para saber qué eramos. Cuando miro a mi alrededor veo que no somos los únicos que hicimos eso. Toda una generación de cineastas hemos crecido así. Me da pena ver que estamos perdiendo eso y volviendo a la idea de autor.

¿No comulgas con esa idea?

Aunque la “política de los autores” funcionó como revulsivo en mitad del siglo pasado, esa idea sigue vigente más de 60 años después. Y no. Me niego a creer que las películas surgen de la genialidad de una persona. Se abusa del personalismo. A veces da la sensación de que el director importa casi más que la propia película. Y, aunque ahora tengamos una productora y firmemos las películas de una forma más o menos convencional, nuestra forma de trabajar sigue siendo la misma. Con esta y con todas las películas pasadas, presentes y futuras.

La web del festival cita una frase del compañero Manu Yáñez: “La película es un cruce imposible entre el nihilismo de Gaspar Noé y el trascendentalismo de Terrence Malick”.

No tengo muy claros los referentes que circulaban por mi cabeza cuando rodé H. De hecho, creo que algo que me gustó y disfruté, es hacerlo de manera tan cruda y radical, sin referentes. Fue un salto de fe. Obviamente, conforme fui trabajando en la película aparecieron películas, pinturas, fotografías, que influyeron en el proceso. Además, uno no puede escapar de lo que ya conoce y se filtra.

¿Podemos hablar de cine “experimental”? Esa es una etiqueta que se tiende a utilizar ante cualquier obra artística que escapa de lo convencional, y es posible que a los autores no os satisfaga demasiado...

H es una película experimental en lo más esencial. Casi todos los procesos los hicimos sin saber muy bien cómo se hacían porque era parte de la propuesta. Pero la idea principal seguía ahí. Nunca renunciamos a ella. Por eso es experimental. Porque experimentamos de verdad. Y sí, estoy de acuerdo en que le tenemos cierta tirria a la palabra porque aleja a los espectadores y convierte nuestras películas en algo endogámico. Y es que haciendo esta película hemos pensado mucho en los espectadores. En el que va a recibir la película. No queríamos hacer un ejercicio de estilo onanista sino una película que se comunicara. Quizá soy ingenuo, pero aún creo en que ideas como la “industria” o los “públicos” no dejan de ser maleables, y que los “márgenes” no tengo muy claro donde están. Las películas encuentran su lugar.

En este sentido, ¿hay una decisión, digamos íntima o estética, de hacer un tipo de cine aunque no encaje en los circuitos de exhibición convencionales? Festivales como el de Sevilla son una puerta abierta, pero ¿cómo se combinan esas sensibilidades con una realidad que parece dar la espalda a todo lo que se sale de la norma?

Es difícil, sí. Pero es que todo lo es ahora mismo. Hasta la película más comercial corre el riesgo de que no la vea nadie. Y precisamente por eso, porque el público ha dado la espalda al cine, creo que es el momento de proponer, experimentar y quizá, así, encontremos un público.

¿Piensas en el público, pues, durante el proceso de creación?

Absolutamente sí. Pienso en el público, en comunicarme, en conectar emocionalmente con las personas que vean la película. Si no, sería un arrogante. Hago películas para que se vean. No pretendo que sea para todos, pero sí encontrar a gente con la que me comunique.

Foto: © José Antonio de Lamadrid